Día
6: Rey Temporal – Rey Eternal
Hacer clik para acceder al audio:
Hoy comenzamos lo que San Ignacio denomina la “Segunda Semana de Ejercicios
Espirituales”.
Comenzamos haciendo un breve repaso sobre algunas cosas a tener
en cuenta a la hora de ejercitar. La hna Marta Irigoy, nos recuerda la
importancia de buscar un lugar donde hacer la oración, en el que podamos estar
tranquilo, donde no haya personas o cosas que nos distraigan; también la
importancia de establecer el tiempo que cada uno se fue fijando (una hora,
cuarenta minutos, media hora, veinte minutos, según la experiencia de oración
que cada uno de nosotros tiene). Aunque lo más importante es permanecer fieles
al tiempo de oración pautado para escuchar lo que el Señor me quiere decir, me
manifieste su voluntad y así podamos discernir qué es aquellas cosas que hay
que cambiar, que hay que dejar y que hay que optar de manera nueva y
renovadamente.
También
recordamos la importancia de tomar notas en nuestro cuaderno sobre la charla,
la metodología, para mejor hacer la oración, y también anotar después lo que es
el examen de la oración para ir haciendo y presentando nuestro discernimiento.
Recordamos también que es muy provechoso antes de comenzar la oración el tomar
conciencia de la mirada del Señor. Detenerme en esto por espacio de un
Padrenuestro dice San Ignacio, quizás nos puede llevar un ratito más. Es vital
sentir y gustar la mirada amorosa del Señor sobre nuestra persona.
Nos
dice la hna Marta, que a veces una sola imagen del Señor, una sola verdad de
nuestra fe, asimilada, gustada, y sentida internamente en lo profundo del
corazón bajo la gracia de Dios, basta para cambiar mi vida… por eso esto es
importante, donde yo siento gusto ahí me quedo: una palabra, un gesto del
Señor, un sentimiento de profunda paz, ahí me quedo, lo siento, lo gusto, lo
saboreo. Es importante esto, donde el Señor me consuela, ahí me quedo, donde
encuentro que la Palabra que siento que es para mí, ahí me quedo.
El examen de la oración
Así
como el rato de oración es importante, hacer el examen de la oración también
porque ahí es donde uno aprende a discernir. Después de terminar el tiempo
previsto de la oración, con fidelidad, que me había propuesto, nos vamos a
tomar aproximadamente unos quince minutos para ver qué me pasó en el rato de
oración. Esto se llama examen de la oración, dice la hna Marta, que no es para
poner una nota, sino para ver qué fue lo que pasó entre Dios y yo en este momento,
para descubrir, percibir los movimientos interiores de consolación y/o
desolación que he sentido durante la misma. No significa volver a rezar sino
distinguir si me he dejado llevar por el Espíritu de Dios o me he dejado
tentar. Este paso es fundamental porque ayudará a hilar una oración con otra y
a seguir la pista a la gracia, ver por dónde el Señor me está hablando para así
después ir descubriendo la voluntad de Dios para mí y poder ordenar mi propia
vida.
Consolación
y desolación
La hna Marta nos deja algunas características sobre los dos grandes movimientos de
consolación y desolación.
Las
características de la desolación:
Nos damos cuenta que siempre sentimos
inconvenientes que nos desvían de lo que empezamos, la desolación siempre nos
tira abajo, nos pone tristeza pero no sabemos por qué estamos tristes. En la
oración no siento devoción ni quiero hablar de Dios, tampoco escuchar hablar de
Él, porque me siento olvidado, como que no le importo… desconfío así de todo,
de mí mismo, de Dios, de los demás. Todo esto nos lleva a encerrarnos más en
nosotros mismos, nos cuesta amar, sentimos que a las personas que quería
empiezo a reprocharles, me acuerdo de cosas y surgen broncas, celos, cosas que
me van alejando de ellos. Siento que la caridad es como un suplicio, que no nos
da el cuero, entonces los demás van perdiendo importancia, desaparecen del
propio corazón justamente porque revivimos en la memoria las broncas, los
fracasos, como si todo esto se fuera agrandado. Otra cosa que nos pasa es que
nos desvalorizamos a nosotros mismos, no sentimos el amor de Dios por nosotros,
todo nos molesta.
Quizás
algunas frases del que está desolado: “tiro todo, hasta acá llegué”; “esto que
estoy haciendo es inútil, no sirve para nada”; “nadie me ayuda, estoy sola”;
“todo está perdido, todo está podrido, ésto es imposible, entonces hago la
mía”; “no valgo nada, no sirvo para esto, nadie confía en mí”… Éstas son
palabras, pensamientos, frases, que no son de Dios, porque como lo venimos
meditando en éstos días fuimos creados amorosamente por Él, nos ha creado para
la felicidad: “Tú eres mi hijo amado, tú eres precioso a mis ojos”.
Características
de la consolación:
Es todo lo contrario a la desolación, sentimos que el alma
se inflama en amor por Dios, por los demás, por las cosas de Dios. Muchas veces
nos damos cuenta que derramamos lágrimas por amor, por las cosas de Dios, por
lo que hace en nuestra vida, por todas las maravillas que Él va obrando.
Sentimos que tenemos más fe, más esperanza, que aumenta la caridad y el amor.
En consolación siento mucha alegría, un gozo que sé explicarlo, pero algo me
está cambiando. Las cosas de Dios me atraen, como que Dios me dio consuelo y
ahí me pescó, siento una quietud profunda, mucha paz, nos damos cuenta que se
desvanece la tormenta, que a las cosas las vemos de otro modo, nos hemos
reconciliado con nosotros mismos, con la naturaleza, con los demás. Sentimos
que todo trabajo es placer, que toda fatiga es descanso, como que todo lo
hacemos con ganas, por más dura que sea la tarea, cuando estamos consolados
parece como que vamos contentos de corazón a hacer las cosas.
La
consolación penetra el alma dulcemente, suavemente, como el agua en la esponja,
sin ruido, mientras las cosas que no son de Dios por lo general causan mucho
más ruido como la gota cuando cae en la piedra y estalla. La alegría en la
consolación dura en el tiempo, es algo que nació, es una experiencia espiritual
y que me sigue acompañando, ilumina mis actividades, mis pensamientos, todo lo
que voy viviendo y haciendo. Así como en desolación nos callábamos la boca, nos
llevaba a secretear, a guardarnos las cosas que nos pasan, porque según
nosotros en ese momento no le importamos a nadie, sin embargo, cuando estamos
consolados, tenemos ganas de comunicarnos y todo nos lleva a vivir en la acción
de gracias.
Segunda
Parte: La meditación del Reino
Padre
Ángel Rossi
La
semana pasada, hemos terminado el Principio y fundamento y lo que llama Ignacio
la “Primera Semana”, es decir el paso de purificación del corazón, donde puesto
frente al amor de Dios hemos experimentado su misericordia y hemos, con la
gracia de Dios puesto nombre a nuestro propio pecado. Ayuda en este momento
preparar la confesión sacramental, que a veces hace bien, no sólo una confesión
desde la última sino recorrer un tiempo más amplio; a algunos les puede hacer
bien recorrer toda su vida, hacer como se llama una “confesión general de toda
la vida”. Uno no se acuerda de cada detalle pero si podeos poner en manos de
Dios la vida, los distintos momentos de la vida.
Después
de haber recorrido esta etapa más penitencial y de purificación del corazón,
San Ignacio nos va a centrar en esta nueva semana (más que 7 días es una etapa
a lo que Ignacio llama “semana”) que es el corazón de los Ejercicios
Ignacianos, en un tiempo de elección. El fin de los ejercicios, es “buscar y
hallar la voluntad de Dios para seguirla”, por lo que la segunda semana nos
pone de frente al llamado, a buscar por dónde el Señor nos llama en nuestra
vida, éste es el desafío. Ignacio nos pone frente a un Señor que llama.
La
persona está eligiendo cuando se decide a buscar la voluntad de Dios. De igual
modo Ignacio dice también con claridad que quien tiene estado de vida ya
elegido (a la vida matrimonial o a la vida consagrada) no tiene que volver a
preguntarse sino que dentro del camino que ya viene rumbeando ver qué es lo que
Dios nos va pidiendo dentro de la elección que uno ya ha hecho.
Rey
temporal – Rey Eternal
Comenzamos
esta segunda semana con una meditación clásica de Ignacio de Loyola que él le
llama “La meditación del Reino”. Está inspirada en el evangelio pero Ignacio la
recrea haciéndonos imaginar primero la figura de un Rey temporal, un rey de
este mundo y después un rey eterno. Quizás a nosotros la figura del rey no nos
dice mucho, pero hay que imaginar un líder humano, no Cristo, alguien que hace
una propuesta desde lo humano, y ver la capacidad que tenemos nosotros para
responderle a un proyecto que nos puede entusiasmar. Ignacio pone la imagen de
alguien que nos hace una propuesta humana para después pasar a la figura de
Cristo que nos hace una propuesta, digamos así, eterna, una propuesta de índole
espiritual más grande, más linda.
Entonces
Ignacio nos plantea primero un rey humano, un líder humano. Seguramente para
nosotros no es un rey, uno puede, o trasladarse con la imaginación a los
tiempos de Ignacio, o pensar alguna propuesta de alguien que humanamente hoy
nos invite a algún empeño, a algún proyecto grande. Uno puede imaginar a
alguien que tenga nombre o no: si se te ocurre un líder “seguible” imagínenlo,
pude ser alguien real, puede ser alguien imaginario que te hace una propuesta
de seguirlo, de emprender esta campaña o este trabajo.
En
tiempos de San Ignacio, un mundo monárquico, el rey era un líder indiscutible,
una persona muy querida, y a la vez se entendía que el líder es puesto por
Dios; una figura importante que lleva a término una empresa, entusiasmante en
cuento estaba hecha por alguien muy querido. Entonces el ejercicios nos propone
imaginar a alguien que nos invita a algo grande y ver la reacción frente a esta
propuesta. Imaginen este llamado e imaginen los sentimientos que tenemos que
tener frente a esta propuesta. En el caso de Ignacio, sentimiento de nobleza
frente a un rey que invita a que vayan con él, dice, “vengan conmigo y sepan
que van a tener que lugar conmigo de día y van a tener que velar conmigo de
noche, pero sepan también que el que me acompañe en la pena también me va a acompañar
en la gloria”. En este caso esta figura humana invita a que lo acompañen, no
manda al frente y él se queda atrás sino que está pidiendo que lo acompañen y
esto es fuerte en San Ignacio. Entonces, ¿cuál es la reacción lógica, noble,
frente a una propuesta tan sincera? Por un lado la sinceridad, por otro lado la
nobleza, la lealtad, animarse, seguirlo.
Y
a la vez, después Ignacio traslada esto a la figura de Jesús. Y se pregunta
¿quién es éste Jesús al cuál seguir? Es un Jesús que “no tiene donde reclinar
la cabeza” dice el evangelio, es un Jesús reprobado por los sumos sacerdotes y
los escribas, o sea que es un Jesús humillado, injuriado, despreciado. Por lo
tanto, estamos frente a una propuesta donde se contradice lo que sería el
gusto, lo que naturalmente uno buscaría, los criterios humanos. Seguirlo,
digamos así, no va a ser una empresa gratificante de éxito así como lo entiende
el mundo sino es gratificante desde otro aspecto, es la empresa en la que
asemejamos nuestro corazón al corazón de Jesús, a las bienaventuranzas, de este
Jesús que va hacia Jerusalén, que va a la cruz, nos unimos a este Jesús del Misterio Pascual.
Por
un lado la propuesta de un líder humano y después la propuesta de Jesús que nos
pide que lo acompañemos para la redención, para evangelizar, para llevar el
anuncio de Cristo a todo el mundo, entonces qué respuesta le doy. En el fondo,
la meditación del Reino, es un tanteo de Ignacio para nosotros de ver qué
capacidad tenemos de primero dejarnos seducir por el Señor. La respuesta para
nosotros no nace de una teoría, del seguimiento de una idea, no es el
seguimiento a un proyecto político. Seguimos a alguien, no seguimos a algo. El
cristianismo es seguimiento de una persona, por lo tanto la respuesta nuestra
va a depender muchísimo del cariño que pongamos en la persona, por eso Ignacio
pone antes un líder humano para tantear si tenemos capacidad de dejarnos
seducir por una figura humana. Quien no tiene capacidad de entusiasmarse por
una causa humana, es casi imposible que se entusiasme por una causa divina.
Entonces imaginen a un Señor que pasa y nos invita a acompañarlo en una tarea
que no es de ninguna manera fácil, la puerta es estrecha pero no vamos solos.
¿Qué
gracia pedimos en esta meditación? La composición de lugar dice Ignacio que es
imaginar los lugares donde anduvo Jesús, imaginar a Jesús que pasa y nos llama,
y la petición que pedimos es no ser sordos a su llamamiento: en lenguaje más
antiguo dice San Ignacio “ser más presto y diligente para hacer su santísima
voluntad”. Pedimos la gracia de un oído atento, que no seamos sordos al llamado
del Señor en su seguimiento que será un seguimiento personal.
Ignacio
a la vez nos pone de frente a las tres posibles reacciones frente al llamado:
-
La primera es tomando la imagen del líder humano: dice San Ignacio, si alguien
no lo siguiese que sea tenido por perverso caballero. Quizás sea un insulto que
a nosotros hoy no nos quite el sueño, tendríamos que pensar nosotros, haciendo
una analogía, algún insulto feo. Alguien a quien se le ofrece algo tan lindo,
tan serio, tan grande, y que uno, no lo siga… pensar un insulto feo de alguien
que no lo sigue.
-
La segunda posibilidad es seguirlo pero “hasta ahí”: guiarnos por nuestra
respuesta dada a través del juicio y la razón, cumplir las obligaciones
estrictas frente a la voluntad salvífica de Dios. Es algo así como un
seguimiento a reglamento, hasta ahí, nada más.
-
La tercera posibilidad es la que sugiere Ignacio y es una gracia que se pide y
es el de no sólo seguirlo, hacer lo que me pide, sino hacerlo como Él. Me uno a
Él, lo hago en el servicio incondicional, y lo hago pasando la misma suerte de
Jesús. Éste es el desafío, e Ignacio lo sugiere en los ejercicios en una
oración. Los que más quieran aspirar y más señalarse en su servicio, no solamente
van a ofrecer su persona al trabajo sino que van a ofrecerse más plenamente,
harán su oblación, su entrega: “Eterno Señor de todas las cosas yo hago mi
oblación con vuestro favor y ayuda con vuestra infinita bondad y delante de
Madre gloriosa y de todos los santos y santas que yo quiero y deseo, y es mi
determinación deliberada con tal de que sea tu voluntad imitarte en pasar toda
clase de injurias, menosprecios y toda pobreza si vuestra majestad me quiere
elegir y recibir en tal vida y estado”. Es decir, no sólo hacer lo que Jesús me
pide sino que quiero hacerlo como Él lo vivió, acompañándolo de un modo
especial, metiendo todo el corazón en lo que el Señor vivió por mí.
La
meditación de hoy es una especia de test para ver cómo está el corazón en su
capacidad de decidir y ver si somos capaces de entusiasmarnos por el
seguimiento del Señor.
Textos
para la oración
- Isaías 61, 1-9 o Lucas 4, 16-22: “El espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido, me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación de los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor” un día de venganza para nuestro Dios, para consolar a todos los que están de duelo, a cambiar su ceniza por una corona y su ropa por luto por el óleo de la alegría, el abatimiento por un canto de alabanza, etc. O sea, la misión para nosotros siempre es de consolación.
- Lucas 5, 27- 32, el llamado a Mateo. Dios nos llama a seguirlo en nuestra propia situación, sea la que sea, no llama a los “perfectitos”, no nos llama ni siquiera en nuestro mejor momento. Dios nos llama, nos invita como somos y en el momento en que estamos. Muchas veces postergamos la respuesta al Señor para cuando andemos bien y Dios nos busca en la situación en la que estamos y muchas veces hasta nos llama en nuestros peores momentos misteriosamente.
- 1 Timoteo 1, 12-17: dice San Pablo “se fió de mí yo que antes fui un pecador”. El apóstol se pregunta como diciendo por qué puso la mirada en mí, como sea me llamó a mí, podría haber llamado a tantos otros buenos. Todos conocemos gente mejores que uno y el Señor pone la mirada en uno y no en otro que podría serle mucho más útil. Hasta puede ser un pretexto el decirle: “no Señor, andá llamalo a aquel otro que es mucho más capaz que yo, mucho más santo, mucho más bueno” y el Señor dice: “no mirá, a él también lo llamo a su modo pero a vos te llamo personalmente, a vos te necesito”.
Esta
meditación del Reino es una llamada al seguimiento radical de Jesús que arranca
de este encuentro personal. En este aspecto entra en juego éste tema tan
subrayado en el documento de aparecida: No nos puede pasar nada mejor en esta
vida que encontrarnos con Jesús, pero el encuentro con Jesús siempre implica
seguimiento y siempre implica anuncio, su discípulo se vuelve misionero. Un
encuentro que se hace experiencia, que se hace vivencia, que se hace
intercambio de vida, un encuentro en donde Jesús entra en la vida de uno y lo
conmueve, lo conmociona, transforma nuestra vida. Un encuentro marcado por la
fascinación, por la sorpresa, por la seducción, un encuentro en donde Jesús es
alguien vivo que me llama a su empresa, alguien actual, presente, interesado
por mi vida y capaz de hacerla cada día más apta para su servicio.
Encontrarse
con Jesús en la oración es abrir el corazón a todas las necesidades del mundo,
porque en ellas está Jesús muchas veces clavado en la cruz, desecho y
desconocido, desfigurado, maldito, sin voz, macilento, golpeado, vendido,
explotado, violado, estrujado, como tantos. Sin esta experiencia de encuentro
personal en actitud orante, lo decimos valiéndonos del Padre Arrupe, es
imposible todo empeño apostólico. En definitiva el desafío de estos días es
enamorarse, dejarse seducir por Jesucristo y permitir que Él llegue a lo más
profundo de mi corazón, de mi vida, y desde allí empezar a plantearme todas las
cosas de una manera nueva, de una manera distinta.
En
la meditación que Ignacio nos propone hoy es una contemplación, tengo que
imaginar esta escena y entrar en diálogo, conversar con el Señor, decirle que
me cuesta, decirle que tengo miedo, decirle que estoy dispuesto, decirle que
nos de la gracia. Pedimos a la gracia de no ser sordos a su llamamiento, es una
gracia y se pide insistentemente. La humildad de decirle al Señor que no estoy
dispuesto, que ando medio sordo, que me cuesta, o que habiendo entendido no
termino de animarme a entregarle todo el corazón, a hacer esta oblación, esta
entrega definitiva tan linda.
Nadie
sirve a quién no ama, y ésto es lo que Ignacio está buscando, este rey eternal
es alguien a quién sigo en la medida que lo amo y lo seguiré más en la media
que más lo ame.
Decía
Arrupe aquello tan lindo:
“Nada
puede importar más que encontrar a Dios, es decir, enamorarse de él, de una
manera definitiva y absoluta. Aquello de lo que te enamoras atrapa tu
imaginación y acaba por ir dejando su huella en todo, será lo que decida qué es
lo que te saca de la cama por la mañana, qué haces con tus atardeceres, en qué
empleas tus fines de semana, lo que leas, lo que conozcas, lo que rompe tu
corazón, y lo que te sobrecoge de alegría y de gratitud. Enamórate, y luego
permanece en el amor y verás que todo será de otra manera”
Esta
es la intención de Ignacio en esta meditación de este Rey Eternal que pasa y me
llama amorosamente. Arrupe agrega en esta oración esta petición de que nos haga
un poco locos como él:
“Señor
dame tu amor que me haga perder mi prudencia humana y me impulse a arriesgarme
a dar el salto como San Pedro para ir a Tí, que no me hundiré mientras confíe
en Tí. No quisiera oír: “hombre de poca fe ¿por qué dudaste?”. Cuántos motivos
teológicos, ascéticos, de prudencia humana se levantan en mi espíritu y tratan de
demostrarme bajo apariencia de bien, con muchas razones humanas, que aquello
que tu me inspires es imprudente, es una locura. Tú Señor, según eso, fuiste el
más loco de los hombres, inventaste esta insensatez de la cruz. Oh Señor,
enséñame que esa insensatez es tu prudencia, y dame tal amor a tu persona para
que sea yo también otro loco como tú”.
Que
éste sea el desafío de este día de oración con el que comenzamos este caminito
de la segunda semana, ya habiendo trabajado la purificación del corazón empezamos
a caminar ahora en este seguimiento del Señor, este Señor que pasa junto a
nosotros, pasa en mi vida hoy también y me invita con aquella palabrita tan
cortita y tan honda: “Sígueme”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario