Escrito por Alessandro Pronzatto
"La pregunta
hecha por el doctor de la Ley a Jesús sigue siendo fundamental: «¿Y quién es
mi prójimo?». También podríamos traducir: «¿Dónde encuentro al prójimo?».
Desearía señalar un lugar «insólito» donde pocos sospechan que se pueda encontrar al
prójimo.
El prójimo está
dentro de ti mismo. El prójimo, en primer lugar, eres tú. Quizás algunos se
sorprendan y hasta se escandalicen por esta afirmación. Y objetarán que el
amor, por el contrario, es olvido de sí, capacidad de desaparecer y
disponibilidad a ser «para» el otro. Argumentarán que sólo renunciando al
egoísmo es posible amar verdaderamente.
No obstante, no
debemos confundir un conveniente y hasta obligado amor a sí mismo con el
egoísmo. Son dos cosas totalmente
diversas. Una cierta -mala- formación ha enseñado el desprecio e incluso el
odio a uno mismo.
Se trata de una
actitud radicalmente contraria al Evangelio, donde Jesús, citando el Antiguo
Testamento, enseña: «Amarás al prójimo como a ti mismo» (Mc 12,31). Aquí se sugiere, por tanto, la posibilidad y hasta el deber de amarnos a
nosotros mismos. La caridad con uno mismo es perfectamente legítima según el
Evangelio.
Estoy convencido
de que muchas personas son incapaces de amar y aceptar a los demás porque no
consiguen establecer una
buena relación consigo mismas. Como no saben estar como es debido en su propia
casa interior, no están preparadas para vivir «fuera».
Hay individuos
que no se soportan, que albergan resentimientos contra sí mismos. No se
perdonan aquel palmo de
estatura de menos o el no haber sabido
aprovechar una circunstancia favorable en la vida.
Personas
desdichadas que se acusan de continuo por una infinidad de motivos: carácter,
defectos, fracasos, errores,
talentos limitados, males físicos, un árbol genealógico con alguna rama seca y
que cruje...
Por eso tienes
que amarte a ti mismo. Tienes que perdonarte. Tener paciencia, confianza en ti
mismo. Es bueno que ejercites la fe, la esperanza y la caridad también contigo mismo.
Tienes el preciso deber de «hacerte prójimo» del pobre desgraciado que eres. Se
te pide que te respetes y te ames como a «cualquier otro pobre miembro del
cuerpo místico de Cristo», según la expresión de G. Bernanos.
Es absurdo que
mantengas distancias con respecto a ti mismo. Tienes que acercarte, mirarte a
la cara, decirte que quieres «vivir en armonía», estar de acuerdo contigo mismo,
no faltarte al respeto.
En lugar de
sentir aversión hacia ti mismo (lo cual representa el exceso opuesto de la
autocomplacencia), es útil que lleves
serenamente tu peso y aceptes tus límites.
Y cuando tenga
lugar el más pequeño incidente, el primer -o enésimo- infortunio, no pienses de
inmediato que la convivencia es imposible. Trata de ser fiel a ti mismo, a pesar
de las traiciones y las groserías que recibes de la parte peor que hay en ti.
Convéncete. No
podrás ser fiel a Dios ni a otra persona si no aprendes a ser fiel a ti mismo".
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