La Parabola del Lazaro y el Rico, me hizo pensar en cuantas veces no estamos atentos a lo que sucede a las puertas de nuestro corazón...
Por eso, les dejo este texto de Alesandro Pronzatto –de su Libro: TRAS
LAS HUELLAS DEL SAMARITANO-
El prójimo se hace próximo, es
decir, cercano, cuando nos acercamos nosotros y en el modo en que nos acercamos
nosotros.
Prójimo
es aquel a quien yo «hago cercano» cuando no me quedo firmemente aferrado a mi
lugar. Y en ese
momento él nos siente «próximos»,
cercanos.
Dicho de otro modo: no somos
nosotros quienes elegimos al prójimo, sino el prójimo quien nos elige, quien
nos provoca.
El prójimo está más allá de
nuestros libros, de las definiciones y las clasificaciones, de nuestros gustos
y nuestras
simpatías.
Para acercarse al prójimo hay que
vencer una resistencia terrible. Todo en nosotros opone resistencia. Hay que
superar algunas aversiones.
Amar quiere decir, precisamente,
abolir las distancias. Y son distancias interiores, no expresadas en
kilómetros.
Para acercarnos tenemos que salir
de nosotros mismos.
Quitar la cascara de nuestro
egoísmo, ir contra nuestro bienestar privado, abandonar nuestros proyectos,
dejar nuestros esquemas, salir de la tibieza de una religiosidad confortable y
gratificante. Sólo así es posible encontrar al otro.
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Les dejo esta oración para terminar este momento contemplativo:
Creo que son felices los que comparten,
los que viven con poco,
los que no viven esclavos de sus deseos.
Creo que son felices los que saben sufrir,
encuentran en Tí y en sus hermanos el consuelo
y saben dar consuelo a los que sufren.
Creo que son felices los que saben perdonar,
los que se dejan perdonar por sus hermanos,
los que viven con gozo tu perdón.
Creo que son felices los de corazón limpio,
los que ven lo mejor de los demás,
los que viven en sinceridad y en verdad.
Creo que son felices los que siembran la paz,
los que tratan a todos como a tus hijos,
los que siembran el respeto y la concordia.
Creo que son felices los que trabajan
por un mundo más justo y más santo,
y que son más felices
si tienen que sufrir por conseguirlo.
Creo que son felices los que no guardan en su granero
el trigo de esta vida que termina,
sino que lo siembran, sin medida,
para que dé fruto de Vida que no acaba.
Y creo todo esto porque creo
en Jesús de Nazaret, el Hijo,
el hombre lleno del Espíritu, Jesús, el Señor.
Gracias por esta reflexión, me servirá para seguir preparando la homilía de este fin de semana.
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