sábado, 18 de enero de 2014

Creer a los que ven

                           
Escrito por Clemente Sobrado

El Evangelio de este fin de semana, bien pudiera llevar como título “creer a los que ven primero”. Siempre hay alguien que llega antes o que ve antes que los demás. Esta es la realidad Juan el Bautista. Jesús aparece en el desierto. Pero sólo Juan es capaz de reconocerle. No lo había visto nunca. “Yo no lo conocía... He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como paloma y se posaba sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me mando a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”. 
Y ahora está ahí. Ese es “El Cordero de Dios”. Juan ve lo que los demás no ven.
Los demás ven a uno más caminando por el desierto.
Juan ve al Cordero de Dios.
Ve a Jesús el Salvador. No sabemos qué caso le hicieron a Juan los demás. Siempre tiene que haber alguien que ve antes que el resto para señalarlo. Pero no siempre los demás aceptan lo que ellos no han visto

Cuando uno habla de la fe, son muchos los que terminan sonriendo.
“Este ha perdido el juicio”. Porque hoy ya no se usan esas cosas.
Muchos que ven pero no ven.
Miran pero no ven. Pero tampoco quieren creer lo que realmente otros ven. Se puede ir a la Iglesia y no ver nada.
Se puede leer la Palabra de Dios y no enterarse de nada.
Se puede rezar y no hablar con nadie.
Jesús lo dirá más tarde: “Tienen ojos y no ven”. “Tienen oídos y no oyen”.

Es que hay cosas que sólo la fe es capaz de ver. Por más que la razón no las entienda y quiera negarlas precisamente porque ella no las ve.
Ha valores que sólo la fe puede descubrir. Por más que la razón se niegue a aceptarlos.
La fe es capaz de hacernos ver el misterio. La razón se empeña en comprender sólo lo que tiene lógica. ¡Y en la vida hay tantas cosas que carecen de lógica!

Hay cosas que sólo la esperanza es capaz de esperar.
Hay futuros que no se pueden ver hoy. Pero hay futuros que la esperanza sí logra adivinar.
Hay cambios que creemos nunca se darán. Pero hay cambios en los que la esperanza sigue creyendo.
Hay mañanas que el presente nos impide ver. Pero hay mañanas que la esperanza ya está gozando.

Hay cosas que la tristeza nos impide ver.
Hay cosas que la tristeza niega. Pero hay cosas que la alegría las tiene ya en sus manos.
Hay cosas que la tristeza ve imposibles. Pero hay cosas que la alegría ya está disfrutando.
Hay cosas que la tristeza oscurece. Pero hay cosas que la alegría las ilumina.

Es preciso:
Que la razón pregunte a la fe, en vez de decir que la fe ha perdido el juicio.
Que la realidad pregunte a la esperanza, y no diga que la esperanza ha perdido el juicio.
Que la tristeza pregunte a la alegría, y no diga que la ha perdido el juicio.

Es preciso:
Que cuando no veamos nada, preguntemos a los que ven.
Cuando estemos cansados, preguntemos a los que están descansados.
Cuando estemos caídos, preguntemos a los que aún están en pie.
Cuando estemos enfermos, preguntemos a los que están sanos.
Que cuando todo lo veamos negro, preguntemos a los que lo ven blanco.
Que cuando estemos desilusionados, preguntemos a los que viven el gozo de la esperanza.
Que cuando estemos tristes, preguntemos a los que están alegres.
Que cuando sintamos que nada tiene sentido, preguntemos a quienes aún tienen razones para vivir.
Que cuando sintamos que Dios no existe, preguntemos a los que lo han visto.
Que cuando sintamos que la Iglesia tiene mucho de pecado, preguntemos a quienes todavía son capaces de ver la santidad que hay en ella.
Como dice el Papa Francisco: “Hay mucha basura, pero también abunda la santidad”.

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