Escrito por Dolores Aleixandre, RSCJ -de su libro: Contar a Jesús-
"En el Bautismo Jesús toma conciencia de su identidad, se le revela -por decirlo en lenguaje moderno- su “código genético”: es alguien bendecido, agraciado e incondicionalmente querido. A partir de ese momento, su relación con Dios estará hecha de deslumbramiento, asombro, pura receptividad y dependencia filial.
- Tomar esta Palabra, como Palabra para nuestro mi HOY...
Dejarnos bautizar con Jesús supone aceptar el nombre nuevo que Dios ha soñado para nosotros desde toda la eternidad. Estamos llamados a acoger con asombro agradecido que nos diga: Tú eres mi hijo/hija, te he llamado por tu nombre, tu eres mío/mía. Eres alguien bendecido, eres mi hijo amado, tu nombre está tatuado en la palma de mis manos, eres único y el Pastor te reconoce por tu nombre.
- Para entrar en la oración con Jesús...
Acércate a Jesús en un rato de oración, desciende con él al Jordán, siéntete dentro de la escena, “pégate a él” y escucha como pronunciadas también sobre ti las palabras del Padre: Tú eres mi hijo querido, mi predilecto.. Deja que la seguridad de ser así amado y elegido te llegue más hondo que cualquier sentimiento de culpabilidad, desconfianza o recelo. Y a partir de tu condición de hijo amado, siéntete abrigado y a salvo, envuelto en la protección cálida de un amor que te acoge y te posibilita la existencia y el crecimiento.
- Puedes hacer tuyas las palabras del Salmo 103:
"Como un padre siente ternura por sus hijos,
así el Señor siente ternura por sus fieles
porque él conoce de qué estamos hechos,
se acuerda de que somos de barro...”
Para terminar, quédate saboreando...
ERES MI HIJO/A AMADO/A
Tú eres mi hija/o, a quien sostengo; mi elegida/o, a quien prefiero.
Sobre ti pongo mi Espíritu.
Yo, el Señor, te he llamado, te he tomado de la mano,
para que abras los ojos de los ciegos y liberes a los cautivos,
para que saques gente de las tinieblas,
sanes a los heridos, consueles a los tristes y acompañes al afligido.
Yo, el Señor, te he formado y te he cuidado, para que celebres alegrías aun en medio del desierto, para que a ninguno niegues tu mano,
para que seas palabra certera en todo des-acierto.
Que representes cielos abiertos. Te brindes noble, sincera/o, limpia/o de todo.
Borres tristezas y los efectos que deja el odio.
Para que ames la vida y la construyas con tu trabajo:
y para que a lo cotidiano lo vuelvas sagrado.
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