Nadie quiere pasar una prueba, ni verse en la tesitura de tener que aceptar algo que no le agrada, nadie quiere tener que enfrentar un momento difícil y a todos nos cuesta perder algo…Pero todas estas situaciones se dan en nuestra vida. Las tentaciones le vienen a Jesús cuando se trata de elegir lo que es más cómodo, lo que cuesta menos esfuerzo, lo que va a tener más brillo y valoración. Una manera de relacionarse donde no se sitúe abajo, o al lado, sino en el centro de la escena y arriba, donde él gane siempre. Son registros que conoce nuestro ego, ¿quién no se ha vivido autocentrado en muchos momentos, pensando que lo más importante es eso que nos pasa a nosotros?
Me ayuda saber que el tiempo de la tentación es también un tiempo de posibilidad, de gracia. Jesús sale de esta prueba fortalecido en el amor y con la vida apoyada totalmente en Dios y no en sus propias capacidades.
Cuando nos experimentemos tentados de tomar caminos que nos alejen de nuestro barro humano, de nuestra hambre más honda, de la necesidad que tenemos de tejer nuestra vida junto a otros… es también la ocasión de que el amor arraigue en nosotros, pues madura y se aquilata en circunstancias difíciles.
La soledad del desierto no sólo está poblada de aullidos, también acontece allí el susurro de una voz que quiere suavizar y confortar el corazón.
Texto de Mariola López Villanueva rscj
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