- Cuadernos CJ , el N° 196: “De la
Hostilidad a la Hospitalidad”.
La hospitalidad
captura nuestra imaginación
Algo
tiene la hospitalidad, que captura nuestro ánimo. Se trata, sin duda, de un
concepto cargado de connotaciones y significados; nos evoca y nos convoca;
resuena en nuestro corazón y nos encamina a la acción. Quizá en esto radique
su poderosa cara atractiva: la
aparente sencillez del gesto de acogida que encarna, desata dinamismos
personales, relacionales y políticos de largo recorrido.
La hospitalidad es
abrir las puertas de nuestra casa.
Tiene que ver con abrirse al extraño y hacerlo parte de nuestro
mundo. Especialmente, cuando ese extraño es, además, vulnerable. Hospitalidad
es hacer más amplio el “nosotros” que pronunciamos. Es la acogida de aquel
diferente de mí. Pero no se trata de una acogida cualquiera: es una “buena
acogida”. Seguro que tenemos la experiencia de saber y, sobre todo, sentir, si
somos o no bienvenidos a un espacio. En la “buena acogida”, quien llega no es
meramente tolerado, sino celebrado. No es solamente atendido, sino cuidado y
agasajado. No encuentra solo alimento y cama, sino empatía y escucha. No hay
asimetría en el encuentro, sino reciprocidad. Cuando parte, no vuelve todo a la
“normalidad”, sino que algo ha cambiado en la identidad de ambas partes, la
anfitriona y la hospedada. Una cuestión
martillea en el fondo de la conciencia: ¿quién acogió a quién
Hay algo hondamente
humano que vibra al hablar de hospitalidad.
Ésta conecta con experiencias muy profundas del ser humano, en
tanto especie y como individuos. Leonardo Boff[1]afirma
que “la acogida saca a la luz la estructura básica del ser humano […] existimos
porque, de alguna manera hemos sido acogidos”. Hemos sido acogidos por la
Tierra, por la corriente de Vida, por la naturaleza, por nuestros padres, por
la sociedad. La acogida, pues, nos constituye. La hospitalidad conecta con
nuestra condición de seres dependientes, necesitados de cuidado y vulnerables.
Quizá, antes que otra cosa, seamos eso. El filósofo vasco Daniel
Innerarity señala que “frente a los ideales de una vida asegurada contra todo
riesgo […] la idea de hospitalidad nos recuerda algo peculiar de nuestra
condición: nuestra existencia quebradiza y frágil, necesitada y dependiente de
cosas que no están a nuestra absoluta disposición, expuesta a la fortuna. Por
eso, sufrimos penalidades, necesitamos de los otros, buscamos su reconocimiento,
aprobación o amistad[2]”.
La hospitalidad presenta una naturaleza
expansiva e inclusiva. Se va abriendo a diferentes esferas: nace en el ámbito
personal, va madurando en el terreno comunitario y social, y alcanza su
plenitud cuando fecunda las políticas públicas. García Roca lo expresa con
claridad y belleza: “para ser ciudadanos se debe ejercer la vecindad, y para
ser vecinos, se debe ejercer la hospitalidad[3]”.
Gestos de hospitalidad
La
acogida y la hospitalidad le entran al huésped por los sentidos. Hay una acogida que tiene que ver con el lenguaje que
utilizamos para con quien llega. Hay también una acogida espacial, en el
lugar. Hay una acogida en el corazón[4].
En cuanto al espacio, podemos entender la
invitación a descalzarse como expresión de entrar en tu propia casa,
incluso en un terreno sagrado. A ello, además, se le acompaña con el gesto de lavar
los pies al invitado, acción que con Jesús adquirirá una profunda
resonancia teológica. La unción con aceite al invitado es otra de las
costumbres de acogida, y sirve no solo para suavizar la piel de quien llega, si no también para impregnar la estancia con un olor agradable.
Por último, la acogida en el corazón tiene
que ver con la capacidad de escucha y de empatía con el huésped. Éste se
siente en terreno emocionalmente seguro, no sometido a prejuicios ni juicios. Y
la acogida en el corazón es recíproca, aporta horizontalidad. En el espacio de
acogida se genera un clima de gratuidad, un diálogo sincero. La persona acogida
trae temas y aires nuevos, perspectivas diferentes desde las que mirar la
vida.
--------------------------------------
[1] Leonardo Boff, Virtudes
para otro mundo posible. (I) Hospitalidad: derecho y deber de todos, Sal
Terrae, 2006, p. 82.
[2] Daniel Innerarity,
Ética de la hospitalidad. Península, 2001, p. 38.
[3] J. García Roca,
Reinvención de la exclusión en tiempos de crisis, Madrid, Cáritas Española/
Fundación FOESSA, 2012, p. 71.
[4] José Carlos Bermejo,
“Hospitalidad para el corazón”, Revista Humanizar, Marzo/abril 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario