viernes, 8 de julio de 2016

Y quién es mi prójimo?... El prójimo eres tú


Este texto ha sido escrito por Alesandro Pronzatto, -de su libro : Tras las Huellas del Samaritano-

La pregunta hecha por el doctor de la Ley a Jesús sigue siendo fundamental: «¿Y quién es mi prójimo?». También podríamos traducir: «¿Dónde encuentro al prójimo?».

Desearía señalar dos lugares «insólitos» donde pocos sospechan que se pueda encontrar al prójimo. El primero está dentro de ti mismo. El prójimo, en primer lugar, eres tú. Quizás algunos se sorprendan y hasta se escandalicen por esta afirmación. Y objetarán que el amor, por el contrario, es olvido de sí, capacidad de desaparecer y disponibilidad a ser «para» el otro. Argumentarán que sólo renunciando al egoísmo es posible amar verdaderamente.

No obstante, no debemos confundir un conveniente y hasta obligado amor a sí mismo con el egoísmo. Son dos cosas totalmente diversas. Una cierta -mala- formación ha enseñado el desprecio e incluso el odio a uno mismo.

Se trata de una actitud radicalmente contraria al Evangelio, donde Jesús, citando el Antiguo Testamento, enseña: «Amarás al prójimo como a ti mismo» (Marcos 12,31). Aquí se sugiere, por tanto, la posibilidad y hasta el deber de amarnos a nosotros mismos. La caridad con uno mismo es perfectamente legítima según el Evangelio.

Estoy convencido de que muchas personas son incapaces de amar y aceptar a los demás porque no consiguen establecer una buena relación consigo mismas. Como no saben estar como es debido en su propia casa interior, no están preparadas para vivir «fuera».

Hay individuos que no se soportan, que albergan resentimientos contra sí mismos. 
Personas desdichadas que se acusan de continuo por una infinidad de motivos: carácter, defectos, fracasos, errores, talentos limitados, males físicos, un árbol genealógico con alguna rama seca y que cruje...

Por eso tienes que amarte a ti mismo. Tienes que perdonarte. Tener paciencia, confianza en ti mismo. 

Es bueno que ejercites la fe, la esperanza y la caridad también contigo mismo. Tienes el preciso deber de «hacerte prójimo» del pobre desgraciado que eres. Se te pide que te respetes y te ames como a «cualquier otro pobre miembro del cuerpo místico de Cristo», según la expresión de G. Bernanos.

Es absurdo que mantengas distancias con respecto a ti mismo. Tienes que acercarte, mirarte a la cara, decirte que quieres «vivir en armonía», estar de acuerdo contigo mismo, no faltarte al respeto.

En lugar de sentir aversión hacia ti mismo (lo cual representa el exceso opuesto de la autocomplacencia), es útil que lleves serenamente tu peso y aceptes tus límites.

Y cuando tenga lugar el más pequeño incidente, el primer -o enésimo- infortunio, no pienses de inmediato que la convivencia es imposible. Trata de ser fiel a ti mismo, a pesar de las traiciones y las groserías que recibes de la parte peor que hay en ti.

Convéncete. No podrás ser fiel a Dios ni a otra persona si no aprendes a ser fiel a ti mismo.

1 comentario:

  1. Lejos del Padre somos pobres desgraciados. No si estamos conscientes de El.

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