sábado, 10 de noviembre de 2012

Escuela de Ofrendas...


"Puso todo lo que tenía para vivir"
Escrito por P. Javier Albisu -sj-. De su libro: "Cuando Jesús entra en casa"

     A partir del ejemplo de una pobre viuda, Jesús convierte la casa de oración en escuela de ofrendas. La oración, cuando es autentica, en una verdadera escuela de ofrendas. Si queremos aprender a entregarnos, tenemos que aprender a orar. Al orar, ponemos en las manos de Dios nuestra vida hecha ofrenda. La manos de Dios son como las arcas del templo donde dejamos nuestro capital, nuestra vida. "Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón" -Lc 12,34-. Allí está nuestro tesoro; y se acrecienta en la medida que le depositamos nuestra vida.
     Hay quien no deposita su vida en las Manos de Dios y posterga hacerlo hasta la hora de la muerte; hay quien le da a Dios las sobras, y así mientras "cumple" con Él, al mismo tiempo retiene lo suyo, y hay quien lo deja todo en manos de Dios para, en adelante, llevar en ellas lo que mejor sea. Quién no deposita lo suyo en Dios se queda sin fondos en su cuenta, sin fondos en su entrega. Saber que hemos puesto la vida en Aquel que nos la dio nos da un fondo de libertad muy grande. "El que quiera guardar su vida la perderá pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Qué puede dar a cambio de su vida? -Mt 16, 25-26-. Es Jesús el que nos da el tesoro, ya que "no hay nada de lo que tenemos que no lo hayamos recibido", y así también nos recomienda un lugar seguro donde ponerlo: "No guarden sus tesoros en esta tierra, donde la polilla y la herrumbre echan a perder las cosas, y donde los ladrones perforan muros y roban. Guarden mejor sus tesoros en el cielo" -Mt. 6, 19-20-.
    La oración es el lugar donde podemos evaluar cuánto aprendimos de entrega, de ofrenda. Si lo que dejamos en la oración son sobras, es señal de que el lugar de los depósitos es otro. Es señal de que mi tesoro está en otro lugar, y así también mi corazón. Pregúntate por lo que te tiene preocupado y por lo que a Dios le preocupa. Si en la oración descubres que no es lo mismo, es que le estás dando tus sobras. Más que hablar con Él (y aún de lo que te preocupa), estás hablando solo, sin tenerlo en cuenta. Deja lo que te tiene preocupado en las manos de Dios y verás cómo se acrecienta tu deposito. La viuda puso "todo lo que tenía para vivir". ¿Hay mayor preocupación que esa? Ella pobre y por lo mismo, sabía de la importancia de tener un depósito. Nosotros, en cambio, estamos acostumbrados a apuestas simultaneas... ¿Tenemos "nuestras fichas" puestas en dos lados "por las dudas"? ¿En quien ponemos la confianza? Nos cuesta ponernos en manos de Dios porque sabemos que terminaremos en las manos de los demás. "Así le sucede al que atesora para sí, en lugar de hacerse rico a los ojos de Dios". -Lc 12, 21-.                                 
     Si la oración no nos hace quedar en las manos de los demás, hemos atesorado para nosotros. El que atesora para sí, no comparte. Entiende su riqueza como acumulación. El que es rico a los ojos de Dios se sabe tal por lo que deposito en sus manos y en las de los demás. El rico para sí, busca que lo vean. El que no, prefiere ser visto por el Dios que ve en lo secreto.

Invitación para un momento contemplativo
  • Pedile a Jesús que te ayude a aprender el despojamiento libre y confiado de tus dos moneditas.
  • Ve a la casa de oración en compañía de la viuda pobre.
  • Mira con que cariño trae las dos moneditas y con cuanto cuidado las deposita.
  • Mientras vas de camino con ella, preguntale si sabe a donde va y a qué.
  • ¿Qué te responde? ¿Cómo te explica lo que esta ofrenda significa  para ella?
  • Deja que ella ponga sus dos moneditas y luego, ve a hacer tu ofrenda. ¿Cuánto traías para poner?
  • De  las tres moneditas que llevas (pasado, presente y futuro), ¿cuántas pones? ¿Cuáles? ¿Por qué?
  • Imagínate a Jesús mirándote admirado por la confianza que depositas en Él...



No hay comentarios:

Publicar un comentario