Testimonio de Vinicio Riva, de 53 años, el hombre que recibió uno de los gestos más tiernos de nuestro Papa Francisco...
“El Papa no me ha tenido miedo y me ha abrazado. Mientras me acariciaba, no sentí más que amor”
“Primero le tomé la mano,
mientras con la otra mano, me acarició la cabeza y las heridas. Y después me
atrajo hacia él, apretándome fuerte y abrazándome la cara. Tenía la cabeza
contra su pecho y sus brazos me envolvían. Me apretó fuerte, fuerte, como si me
mimara, y ya no se soltó. Intenté hablar, decirle algo, pero no lo logré: la
emoción era demasiado fuerte. Eso duró algo más de un minuto, pero me pareció
una eternidad”.
“Las manos del Papa son muy
tiernas. Tiernas y bellas. Y su sonrisa clara y abierta. Pero lo que más me ha
impresionado es que no lo pensó dos veces antes de abrazarme. Yo no soy
contagioso pero él no lo sabía. Lo hizo y ahí está: me acarició toda la cara y
mientras lo hacía, yo no sentía más que amor”.
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Vinicio Riva, nació en Isola, un
pequeño pueblo de la provincia de Vincenza (Italia), vive con su hermana
pequeña Morena y con su tía Caterina, su tutora. Como su hermana (de una forma
menos severa), sufre la enfermedad de Recklinghausen desde los 15 años de edad.
Se trata de una enfermedad rara conocida como “neurofibromatosis de tipo 1”,
que provoca dolorosos tumores en todo el cuerpo. Actualmente no hay ningún
tratamiento que pueda curar esta enfermedad.
“Los primeros signos se
manifestaron después de mis 15 años. Me dijeron que a los 30 años ya estaría
muerto. Pero todavía estoy aquí”,declaraba antes de volver de este emocionante
encuentro.
Ni qué decir tiene que las
personas con neurofibromatosis son a menudo marginadas por su aspecto.“Vinicio,
de alguna manera, ha tenido suerte: su tía lo ama profundamente y le abraza
todo el día”, explica la periodista.
En los casos más severos, la
neurofibromatosis desfigura hasta tal punto, que incluso los médicos mantienen
la distancia. “Una vez, en el hospital, estaba a punto de quitarme la ropa
cuando entró un médico africano. Me miró y se quedó inmóvil, casi
conmocionado”, explica Vinicio. “Un poco más tarde, me vino a ver y me pidió
perdón. Me dijo que en África había tenido que enfrentarse a enfermedades
terribles, pero que nunca había visto nada tan devastador. Sus palabras me
impresionaron mucho”.
En Isola, Vinicio es aceptado por
casi todo el mundo. Tiene su grupo de amigos con los que va a comer una pizza o
a ver partidos de fútbol. Y corteja a todas las enfermeras, gastando en flores
parte de los 130 euros que gana cada mes trabajando en una residencia de
ancianos.
Hermoso y bello gesto de nuestro Papa. Gran lección para aprender. Sanos o enfermos: TODOS TENEMOS CORAZÓN. TODOS TENEMOS SENTIMIENTOS, TODOS MERECEMOS UN GESTO, UNA CARICIA DE AMOR para seguir creyendo en el género humano, a veces tan ensimismado, egoísta y arrogante. Que siga nuestro papa Francisco revelándonos la TERNURA DE DIOS. Y a Uds. gracias por compartirlo.
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