Escrito por
Zaqueo es un personaje del Evangelio de Lucas
que en el Ciclo C hace de puente entre el final del año litúrgico y el
Adviento. Hay muchas coincidencias de vocabulario entre la escena de Zaqueo y
las del nacimiento de Jesús:
“lo recibió con alegría …”; “les anuncio
una gran alegría ”; “ Hoy ha entrado la salvación …” , “Hoy os ha nacido el Salvador …”; “ha
ido a hospedarse” (katalúein); “no hubo
para ellos sitio en la posada” (kataluma)…
• Siguiendo la invitación del Adviento, Zaqueo está en vela y a la
espera, en contacto con sus propios deseos: “quería
ver a Jesús”.
Puede ayudar: Entrar en contacto con mis deseos, preguntarme qué es lo que
verdaderamente deseo en este momento de mi vida...
Puedo ponerle a mi deseo alguno de estos calificativos: intenso/ apagado/
vacilante/ ardiente/ débil/disperso/ distraído/ adormecido/ despierto/
inquieto/ anestesiado/ unificado/...
Recordar la convicción de que “todo deseo que no se estructura en
tiempos y espacios, termina por desaparecer” (J.A. García)
• Como en Isaías 2 que evoca la subida a Sión, Zaqueo vive también
una subida: su deseo
pone en marcha sus pies y busca una altura que le permita superar su pequeñez.
Puede ayudar: Ponerle nombre a mis árboles, a los medios que me ayudan para ver pasar a
Jesús…
• “Cuando Jesús llegó al
sitio, alzó la vista…”. Todo el Adviento prepara esa
llegada del que viene a nosotros situándose desde abajo y
queriendo hospedarse en nuestra
casa .
Puede ayudar: Dedicar un tiempo a dejarme mirar por ese Jesús que está abajo, que me
llama por mi nombre y me invita a bajar deprisa y a recibirle en mi casa.
Acoger las palabras de Pablo: “Dense cuenta del momento en que viven: ya es
hora de despertarse del sueño…”
Hay una inmensa desproporción entre el deseo de Zaqueo que “quería ver …” y el de Jesús que quería “quedarse ”.
Acoger la noticia insólita de ese deseo del Señor hacia mí…
• Como si hubiera escuchado el Salmo: Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor…” Zaqueo
pone en marcha sus pies y recibe a Jesús “con
alegría”.
Puede ayudar: Preguntarnos a qué concedemos poder para quitarnos la alegría: las
dificultades de la misión o de la convivencia, los pequeños fracasos, los
límites constatados (por los otros, sobre todo...), las pérdidas de iniciativa
o de reconocimiento. Releer esas reacciones a la luz de la extraña promesa e
Jesús: “ La alegría
que yo les doy no se las puede quitar nadie” (Jn 16,22).
• En Adviento recordamos que lo propio de Dios es “venir” mientras
que lo nuestro es “recibirle”.
Dedicar un rato a “recibir” a cada
persona de la comunidad tal como es porque “quien no recibe a sus hermanos a
las que ve, no puede recibir a Dios a quien no ve…”
• “Señor, la mitad de mis
bienes se la doy a los pobres…” Ya lo había avisado Jesús en el
texto del Evangelio del Domingo I: el Hijo del Hombre viene “como un ladrón…” Cada nueva llegada del Señor a
nuestras vidas tiene consecuencias, nada se queda igual y nuestros “bienes” se ordenan y reorganizan de diferente manera.
Puede ayudar: Hacer recuento de los propios bienes y preguntarnos cómo gestionamos
cualidades personales, recursos, capacidades, tiempo…
¿A dónde va a parar “la mitad” que entregamos?
¿Para qué, para quienes o para cuándo guardamos la otra mitad que no entregamos?
¿Qué nos sentimos llamados a cambiar en este Adviento?
¿A dónde va a parar “la mitad” que entregamos?
¿Para qué, para quienes o para cuándo guardamos la otra mitad que no entregamos?
¿Qué nos sentimos llamados a cambiar en este Adviento?
• “El
Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido …”
Puede ayudar: Celebrar y agradecer lo que hay en mí de “ perdida”,
pecadora/r, despistada/do y desorientada/do porque esos son mis mejores méritos
para ser buscada/do y salvada/do por Jesús y “ revestida
de Él”.
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