sábado, 13 de septiembre de 2014

Fiesta de la Exaltación de la Cruz...

Esta foto, es de la Visita de la Cruz bendecida por el Papa Francisco en la Jornada Mundial de Jóvenes en Brasil

Audio de la Charla del P. Angel Rossi, sj. en Radio María

Hacer clik para escuchar:
http://radiomaria.org.ar/actualidad/fiesta-de-la-exaltacion-de-la-cruz/

Para leer: Desgrabacion de la Charla del P. Angel Rossi ,sj.

"La cruz no es el punto final. La vivimos en la medida que la cruz es el puente de la resurrección. Un verdadero hombre es el que vive la existencia con grandeza, el que vive y muere noble y heroicamente, el que desconoce la vulgaridad de la vida… éstos serían los hombre grandes y al lado vendría una “sub-existencia” vulgar, mediocre, ensuciada por el dolor.

Pero al acercarnos a la vida y muerte de Jesús, Él toma esta segunda vida. No la de los “grandes” sino la de los vulgares e insignificantes y esto es lo que nos desconcierta. Sus amigos no lo comprenden y ni sus enemigos lo respetan, como si el fracaso se cierne constantemente sobre su obra.

Como dice José Luis Martín Descalzo “La pasión y muerte de Jesús son desde un punto de vista humano torturantes y difíciles de soportar y nos obligan a preguntarnos si la verdadera grandeza del hombre no consistirá precisamente ni en la grandeza, ni en el brillo, ni en el esplendor ni en el poder. Ser hombre debe ser otra cosa. Morir lleno debe ser otro modo de morir. Los verdaderos valores del hombre tienen que ser forzosamente otros y la Pasión de Jesús tendrá que descubrirnoslo”.

Si la cruz nos cambia el concepto del hombre más nos cambia el concepto de Dios. El Dios de todas las religiones es el dios del poder, de la omnipotencia. El Dios de Sócrates es la sublimidad del pensamiento supremo; el Dios de los Hindúes es el gran universo que teje todas las existencias individuales y el mismo Dios del Antiguo Testamento es el Dios de los Ejercitos, el hacedor de milagros…

Pero el Dios que vamos a encontrar en la cruz es bien diferente. Como dice von Balthasar, al servir y lavar los pies de su criatura Dios se revela en lo más propio de su divinidad y da a conocer lo más hondo de su Gloria. No es ya un Dios de poder, sino un Dios de amor, un Dios de servicio, un Dios que baja y desciende y así muestra su verdadera grandeza. Deja de ser primariamente absoluto poder, para mostrarse como absoluto amor. Su verdadera soberanía se muestra en el no aferrarse a lo propio, sino en el dejarlo. Crece entregándose.

Por eso el hombre puede amarle, más que adorarle únicamente. Como escribe Alain se dice que Dios es omnipotencia, pero a la omnipotencia no se la ama. Y así el poderoso es el más pobre de todos. Solo se ama la debilidad, porque, como recuerda Bonhoeffer Cristo nos ayuda no con su omnipotencia, sino con su debilidad y sus sufrimientos.

La cruz trastoca lo que el mundo cree que es ser grande. La cruz no anda suelta, está encarnada en nuestra vida. Hablar de la cruz sin el testimonio de la cruz quedamos como a medio camino.

Testimonio de abrazar la cruz

Ministro católico Pakistaní, asesinado el 2 de marzo del 2011 y que se animó a seguir a Jesús abrazando la cruz.

Me han propuesto altos cargos de gobierno y se me ha pedido que abandone mi batalla, pero yo siempre lo he rechazado, incluso poniendo en peligro mi vida. Mi respuesta siempre ha sido la misma: “No, yo quiero servir a Jesús como un hombre normal”.

Este amor me hace feliz. No quiero popularidad, no quiero posiciones de poder. Sólo quiero un lugar a los pies de Jesús. Quiero que mi vida, mi carácter, mis acciones hablen por mí y digan que estoy siguiendo a Jesucristo. Este deseo es tan fuerte en mí que me consideraría un privilegio el que, en este esfuerzo y en esta batalla por ayudar a los necesitados, a los pobres, a los cristianos perseguidos de Pakistán, Jesús quisiera aceptar el sacrificio de mi vida. Quiero vivir por Cristo y quiero morir por él. No siento miedo alguno en este país.

Muchas veces los extremistas han tratado de asesinarme o de encarcelarme; me han amenazado, perseguido y han aterrorizado a mi familia. Los extremistas, hace unos años, pidieron incluso a mis padres, a mi madre y a mi padre, que me convencieran para que no continúe con mi misión de ayuda a los cristianos y los necesitados, pues de lo contrario me perderían. Pero mi padre siempre me ha alentado. Yo digo que, mientras viva, hasta el último aliento, seguiré sirviendo a Jesús y a esta humanidad pobre, que sufre, a los cristianos, a los necesitados, a los pobres.

Quiero deciros que me inspira mucho la Sagrada Biblia y la vida de Jesucristo. Cuanto más leo el Nuevo Testamento, los versículos de la Biblia y la palabra del Señor, más se reafirman mi fuerza y mi determinación. Cuando reflexiono en el hecho de que Jesucristo lo sacrificó todo, que Dios envió a su mismo Hijo para redimirnos y salvarnos, me pregunto cómo puedo seguir el camino del Calvario.

Nuestro Señor dijo: “Ven conmigo, carga tu cruz, y sígueme”. Los pasajes que más me gustan de la Biblia dicen: “Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme”. De este modo, cuando veo a personas pobres y necesitadas, pienso que detrás de sus rasgos  se encuentra Jesús, que me sale al paso.

Por este motivo, siempre trato de ayudar, junto con mis colegas, para llevar asistencia a los necesitados, a los que tienen hambre y sed.

La cruz, respuesta a todas las preguntas

Que podamos vivir hondamente este misterio. Que podamos ponernos frente a Cristo en la Cruz, y como invitaba San Ignacio preguntarnos ¿qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué haré por Cristo?. Ponernos frente a Jesús en la cruz y dejar que Él nos hable y nos consuele.

Como decía el poeta ateo Van der Meer, en su libro “Nostalgia de Dios” hablando de su conversión decía “el viernes santo (Cristo en la cruz) entre las 12 y las 15 de la tarde encontré todas las respuestas a las grandes preguntas de mi vida”. Aquel ateo simplemente se sentó en Notredame frente a la cruz y se dejó hablar y consolar. La cruz es un libro abierto, decía San Francisco, y agregaba algún autor “¡qué lástima que no vayamos más seguido a leerlo!”. Ahí Jesús nos habla con sus gestos y nos vuelve a decir “Éste es mi hijo muy amado”.

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