La Ascensión es la experiencia de hacer caminos sin la compañía física de Jesús, sino fiados de la fe que ha nacido de nuestra amistad con Él. Y es que nuestro camino cristiano no puede ser dependiendo infantilmente del Señor, como si fuéramos personas necesitadas de ser conducidas de la mano. Una vida así no mostraría la dignidad de hijos e hijas de Dios.
Jesús se va y cada uno de sus amigos y amigas han de permitir que salga a fuera aquella fuerza de la llamada que nace del encuentro con Él, con la que se puede hacer visible y creíble las señales de salud, vida y salvación de Dios.
Según el evangelista Marcos (16, 15-20), las señales de la compañía de Jesús son: arrojar demonios, hablar lenguas nuevas, agarrar serpientes con las propias manos, el veneno mortal no los dañará e imponer las manos a los enfermos para que queden sanos. Pero como son señales tan gráficas podemos correr el riesgo de pasarlas por alto.
La 1ª señal es “arrojar demonios”. Hoy necesitamos seguir arrojando demonios pero con la fuerza de Jesús: arrojar el demonio de la división, quitar el demonio de la sutil soberbia, de la mentira y la mezquindad, etc. Y sobre todo, desterrar de nuestras vidas el demonio que nos hace creer que hacemos el bien cuando lo que hacemos es daño a los demás.
La 2ª señal es “hablar lenguas nuevas”. Y es que hoy, más que ayer, necesitamos hablar en lenguas o lenguajes que lleguen realmente al corazón de las personas. Lenguas que convoquen, que muestre caminos nuevos, que abran puertas y despierten nuevos deseos de vivir.
La 3ª señal es “agarrarán serpientes en sus manos”. Y es que necesitamos deshacer nudos, desenredar conflictos y desatar complejos que mantienen ocultas o huyendo a las personas bajo fachadas de rabias, caprichos o temores y no alcanzan a ver la luz.
La 4ª señal es “si beben un veneno mortal, no serán dañados”. Porque quien lleva dentro de sí a Dios, no se paraliza, no puede morir. Y es que este amor hará que surja una libertad, una entrega y una gratuidad que son más fuertes que la muerte.
La 5ª señal es “impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos”. Y es que hay muchos males y dolencias que claman sanación; soledades y tristezas que urgen compañía. Por eso necesitamos extender nuestras manos a quien padece miedo, hambre, injusticia. Estrechar la mano del que sufre para infundir valor. Abrazar al adversario y trasmitir perdón.
Que la Ascensión del Señor nos abra a una fe viva, a una amistad profunda y a un compromiso que cambie todo miedo en confianza y todo sin sentido en esperanza.
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