sábado, 24 de octubre de 2015

Seguirle por su Camino...

Escrito por Dolores Aleixandre rscj

Me acerco a la escena de la curación del ciego Bartimeo. Me identifico con su mendicidad y su ceguera, me siento, lo mismo que él, postrado al borde del camino, marginado del fluir de la verdadera Vida.

Pongo nombre a los “mantos” con los que me protejo, a las defensas en las que me instalo, a las ataduras que me impiden seguir a Jesús, a las tinieblas que me atrapan.

Me pongo a gritar como él, una y otra vez: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”, decidió a que nada ni nadie sofoque mi grito.

Escucho las palabras que me dicen de su parte: “¡Animo, levántate, te llama!” Los dos imperativos gravitan sobre un indicativo glorioso: “¡te llama!”.

Me abro a la fuerza imparable que fluye de esa llamada que llega hasta mí y que es capaz de enderezarme y hacerme salir del costado del camino...

Lo mismo que el ciego, doy un salto, me quito el manto que me envuelve y me pongo, ponte, tal como soy, tal como estoy, delante de Jesús que me pregunta:

                     --“¿Qué quieres que te haga?”
                     --“Maestro, ¡haz que vea!”...

Siento sus manos sobre mis ojos y escucho sus palabras: “Ve, tu fe te ha salvado”.

Y decido seguirle por su camino, aunque sea subiendo a Jerusalén.

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