San Lucas recoge un texto de Isaías para aplicarlo al mensaje del Bautista y a su labor: Preparar los Caminos.
Con la exageración de la poesía descubrimos como lo torcido se endereza y lo escabroso se iguala, como colinas y montes descienden mientras que los valles se elevan. No es cuestión de ingeniería sino de un Dios que sale en busca del ser humano y transforma lo que parecía invariable, fijo y férreo.
De una manera u otra Dios se vale de muchas personas que hacen que pequeños milagros cotidianos se hagan patentes si sabemos verlos. Es cierto que hay que tener los ojos y el corazón lleno a de la poesía del profeta (de tantos profetas) para poder percibirlos, pero siempre se muestran con la fuerza del signo frágil y equívoco.
Suelen ser percibidos por la gente sencilla de alma, por los que necesitan salvación. Los que ya se salvan a sí mismos no pueden verlos. No suelen venir acompañados por el estruendo de la trompeta sino por la brisa suave que parece no cambia nada.
Adviento sutil, que pasa como la llovizna suave sobre nuestras vidas pero que va haciendo germinar retoños de esperanza colmada incluso en medio de las noches más oscuras. Y solo hay que fiarse, dejarse llevar, sentirse necesitado y frágil. Solo así puede llegar esa salvación que no nos pertenece y de la que no somos fin dueños ni señores. Solo así podremos ver la salvación de Dios.
Que sigas caminando un Fecundo Adviento...
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