Fuente: Centro de Pastoral y Espiritualidad -Venezuela-
En la 2ª Semana de Cuaresma la Liturgia nos invita a considerar la Transfiguración del Señor como una experiencia de ida y vuelta, conformada por cuatro aspectos que deciden el hacia dónde de nuestras vidas: apartarse con Jesús para estar a solas, comprender y comprenderse a partir del diálogo plural, captar la vida mediante la escucha y el silencio y bajar a la realidad del mundo.
Apartarse para estar a solas: Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan…, y los hizo subir a solas con Él a un monte alto. Dejarse llevar por Jesús es hacerle lugar en nuestra vida, casa, institución, sociedad, como lo plantea el Apocalipsis: Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo (3,20).
Hay circunstancias que merecen estar a solas, apartarnos. Esta toma de distancia o mejor dicho, esta distancia crítica es lo que permite hacer espacio a la reflexión, porque abre un compás de espera (o pausa) entre nuestros razonamientos o convicciones y lo que es la realidad. Así podremos comprender las cosas y la vida como son. La antigua sabiduría nos recuerda el designio de Dios: Sal de tu lugar común y te bendeciré (Cf. Génesis 12,1-4).
Comprender y comprenderse a partir del diálogo plural: De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús. En esta conversación se han juntado la Ley-Justicia (Moisés), la Verdad-Libertad (Elías) y la Bondad-Autenticidad (Jesús). La verdad brota de la tierra, la justicia se asoma desde el cielo y el amor les abre camino (Cf. Salmo 85, 11-12.14b). Un camino expuesto a la palabra abierta e incompleta, que busca otras razones, que busca entender y entenderse.
Que los discípulos vieran conversando a Moisés, a Elías y a Jesús, copó en ellos todo imaginario. La Ley-Justicia y la Verdad-Libertad son fundamentales para la vida personal y cuánto más para la convivencia y la paz, pero serían nefastas si les faltara Bondad-Autenticidad. Si no hay algún grado de benevolencia, la vida se vuelve un infierno.
Captar la vida mediante la escucha y el silencio. Una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que dijo: Este es mi Hijo, el escogido, escúchenlo. Si escuchamos a Jesús descubriremos en Él la forma y modo habitual de encontrarnos con las personas, con el mundo y con el mismo Dios. Jesús será para siempre el reflejo de la presencia de Dios en nuestra existencia.
La escucha supone el silencio. Pero no sólo acallar la palabra verbal sino los múltiples ruidos interiores donde se alojan prejuicios, miedos, desconfianzas. El silencio permite enraizar la propia vida más allá de toda seguridad. Nos ayuda a ser más conscientes de nuestras posibilidades y limitaciones. Sólo así crecemos en humildad y verdad.
Bajar de la montaña a la realidad del mundo. Pedro dijo a Jesús: ¡Qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos tres chozas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías. Cuando la realidad nos sorprende, asombra, desborda o se enreda, nuestra pulsión natural nos hace dar pasos al frente. Con demasiada rapidez queremos zafarnos del curso cotidiano de la vida. Mejor es afrontar con sencillez y honestidad, aunque suponga dolor, la realidad tal cual es.
El encuentro con Dios no es para huir o apartarnos de la vida, sino para bajar y sumergirnos más y mejor en ella. Bajar de la montaña de Dios, es ponernos en sintonía con el mundo para comunicar y contagiar a todos que la vida es más fuerte que la muerte, que es posible pasar del miedo a la calma, del desasosiego a la confianza, de la mentira a la verdad, de la perversidad a la bondad.
Que la Transfiguración del Señor nos interpele para que miremos a la gente, su realidad y la vida con ojos nuevos, misericordiosos y transformadores. De lo contrario corremos el riesgo de proyectar sobre el mundo nuestras convicciones e intereses. Que nos atrevamos a hacer caminos nuevos.
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