Día 1: Irnos al desierto
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A modo de introducción...
Hacer los Ejercicios Ignacianos, tiene como finalidad “buscar y hallar la voluntad de Dios para poder seguirla” en la vida concreta de cada ejercitante. Decidir hacerlos es animarse a ir al desierto, lugar donde Dios nos va a hablar al corazón… saber cómo escaparnos a este “desierto”, lugar de soledad de un rato en lo de todos los días… Nos dice el P. Angel Rossi en este primer día que el desierto es un lugar de seducción, también de prueba y lucha, y de encuentro con Dios. Dicen que el desierto es un lugar terrible y a la vez fascinante, como las cosas de Dios.
Por eso es en este primer día de ejercicios es importante que busquemos un lugar en la casa en donde sea nuestro propio desierto, de silencio, lugar en donde nos sintamos a gusto, cómodos. “Vamos a encontrar el desierto en la medida que nos liberemos del “chantaje de lo urgente”, de los condicionamientos de la apariencia, de la dictadura del hacer” como nos dice el P. Ángel Rossi. En el desierto se apunta a lo esencial: en el desierto aprendemos a distinguir lo que es importante de lo que es superfluo.
En el desierto se está con Dios o no se está con nadie, quedamos con el corazón desnudos. Allí buscamos la autenticidad, que no es hacer lo que me parece, sino eliminar de nuestras vidas todo lo que hay de mentira. A lo largo de éstos días de oración tendremos que ir discerniendo para eliminar de nuestras vidas todo lo que hay de maquillaje y mentiras. A veces en el desierto, Dios nos desinfla nuestros Nombres acrecentados y carentes de obras, agrandados. En el desierto recuperamos nuestro nombre verdadero, nuestra identidad, muchas veces rebajada.
Los ejercicios, y este desierto, será un espacio para reconocer los personajes que nos han ocupado la casa interior, sacarlos y volver a habitarla. Vamos al desierto a ser señores de nuestra propia vida, a recuperar la dimensión de hijos, y ocupar y vivir nuestra casa.
La oración es un encuentro con quien me habla. El desierto tiene sentido si me genera un verdadero espacio de encuentro para estar con quien me ama.
Además de un lugar físico concreto en donde rezar, también tenemos que pautar de antemano un tiempo de duración del ejercicio. Es importante que lo hagamos con realismo conforme a nuestras posibilidades y a nuestra práctica en la oración. Si decidimos dedicarle 20 minutos a la oración cada día, es importante cumplirlo, ni más ni menos tiempo del pautado. No depende de cuántas “ganas” tengamos… entonces si estoy “a gusto” me quedo más y si ya me aburrí me voy; es ser fieles a esto que acordamos con Dios.
También es bueno que cuando vayas al lugar de oración tengas a mano un cuaderno y una birome en donde puedas anotar lo que te vaya surgiendo cada día en el ejercicio. Además, tené la Palabra de Dios a mano, porque cada día vamos a ir orando con un texto específico.
Prepárate, sube y espérame...
(Ex 34, 1-5 Cuando Dios hace subir a Moisés al monte)
Al comenzar ejercicios, lo que Dios le pide a Moisés nos los pide a nosotros, “Prepárate y predisponete para el encuentro”. Un encuentro que es gratuito, que no depende de nuestro esfuerzo, en donde el Señor nos invita. Les propongo que nos preguntemos, ¿cómo llegamos a este monte?. Dispersos, distraídos o preparados. ¿Quién soy? ¿Quién es esta persona que sube al monte? “Que nadie suba contigo” dice el Señor. Subimos en soledad, es un encuentro en donde yo me pongo sólo en ese rato de oración ante Dios.
El Señor nos pide que dejemos el corazón en blanco, que pongamos un cheque en blanco y que Él ponga la palabra que el considere que es una palabra para mí. Para algunos será una palabra de perdón, para otros de perdón, de ánimo o de consuelo. “Pondré mi ley en su interior y escribiré en sus corazones” (Jr 31, 26). O lo que dice San Pablo, “Cada uno de nosotros es una carta de Cristo escrita no con tinta sino con el Espíritu, no con tablas de piedra sino de carne” (2 Cor 3, 3).
Subir en paciencia, sin ansiedades ni pretensiones. Lo nuestro es disponerse y esperar, confiar en que el Señor no defrauda. Hay que saber esperar, e incluso habrá días en que parezca que “no pasó nada”, “no se movió el corazón”, pero a los tiempos los maneja Dios. El desafío es desear el encuentro: “Mi alma tiene sed de Tí” (Sal 42).
Comenzamos los ejercicios dejándonos decir por el Señor, “No tengan miedo”, yo estaré con ustedes y les hablaré al corazón. Vengan a un lugar desértico a descansar un rato. Confiar en que también para nosotros serán días de encuentro y profundización en el amor del Señor.
Carta de un soldado a Dios
Escucha Dios… yo nunca hablé contigo.
Hoy quiero saludarte, ¿cómo estás?
Tú sabes… me decían que no existes,
y yo, tonto de mí, creí que era verdad.
Yo nunca había mirado tu gran obra,
y anoche, desde el cráter que cavó
una granada vi tu cielo estrellado,
y comprendí que había sido engañado.
Yo no sé si tú, Dios, estrecharás mi mano,
pero voy a explicarte, y comprenderás,
es bien curioso, en este infierno horrible
he encontrado la luz para mirar tu faz.
Después de ésto, mucho que decirte no tengo.
Tan sólo que… me alegro de haberte conocido.
Pasada media noche habrá ofensiva,
pero no temo, sé que tú vigilas.
¡La señal! bueno Dios, ya debo irme…
me encariñé contigo… quiero decirte,
que como tú sabes, habrá lucha cruenta
y quizá esta noche, aún llamaré a tu puerta.
Aunque nunca fuimos amigos,
¿Me dejarás entrar si hasta a ti llego?
pero… si estoy llorando, ¿ves Dios mío?
se me ocurre que ya no soy un hombre abandonado y sin Dios.
Bueno Dios, debo irme… buena suerte.
Es raro, pero ya no temo a la muerte.
Poesía encontrada en el bolsillo de un soldado muerto en el frente de batalla
Momento de oración
1- Oración preparatoria: predisponernos para el encuentro con el Señor en el desierto. Intentar acallar las voces interiores.
2- Traer la materia: Se trata de reconstruir la historia de lo que contemplo a partir de los datos.
Ayudará leer detenidamente y varias veces el pasaje que quiero contemplar. En este caso tenemos algunas lecturas que nos pueden ayudar para este primer día.
- Os 2, 16 “La seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré al corazón”. Dejarnos decir por el corazón cosas lindas. El Señor nos lleva al desierto, y nos renueva su cariño hacia nosotros hablándonos al corazón.
- Mc 6, 31 “Vengan a un lugar solitario a descansar un poco”
- Mt 11, 28-30 “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados que yo los aliviaré”.
3- Composición de lugar: tengo que componer la escena, re-crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.
4- Meterme en la escena como si yo estuviera dentro de ella y preguntarme qué me dijo.
5- Coloquio: a partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.
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Luego de la oración, anímate a escribir los sentimientos, nuevas luces, invitaciones; etc que van quedando en tu corazón...
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