Escrito por Anselm Grün y Meinrad
Dufner -de su Libro: Espiritualidad desde abajo"-
"La
espiritualidad desde abajo es un concepto nuevo para hablar del camino de la
humildad tal como describieron esta virtud los antiguos monjes. Si logramos
situar bien la humildad, consideramos esta virtud ante todo como una actitud
religiosa, no caeremos en el peligro de desfigurarla asociándola a otros conceptos
negativos como los de encorvarse, arrastrarse, ceder ante las exigencias de la
vida, humildad de garabato..., expresiones todas de un profundo egoísmo escondido.
La virtud no es un producto elaborable por el hombre porque es ante todo
expresión de la experiencia de Dios y de la realidad humana.
La
humildad es el camino de descenso a la tierra, humus, a nuestra terrenalidad. La familiaridad con este concepto de
lo terrenal nos introduce también en el concepto de humor que nos da un aspecto
esencial de a humildad: su serenidad, su sentido del humor en el tratamiento de
la propia realidad y del mundo. Pero la humildad es también descripción del
camino del fracaso, del camino hacia el punto cero en el que la vida parece
desarticularse cuando en realidad es allí donde adquiere unión en su apertura a
Dios. Si lográramos llegar a aceptar que el camino de la humildad es el camino
hacia Dios, ya no perderíamos el tiempo combatiendo contra nuestra naturaleza y
renunciaríamos a los inútiles esfuerzos por reformarnos.
Una
espiritualidad inspirada en los motivos de humildad lleva a la madurez de una
personalidad que no se complace en hacerse artificialmente pequeña ni se
comporta como quien pide disculpas por haber venido al mundo. La humildad lleva
al conocimiento de la realidad interior, al estado de serenidad, a la
interpretación de las cosas con sentido del humor. Y el humor hace presentir
que todo es posible en nosotros porque estamos formados del barro de la tierra
y, por lo tanto, nunca debemos hacer asco de nada terrenal. El humor es
reconciliación con nuestra condición humana, con nuestra terrenalidad y
limitación. En el humor reside la posibilidad de ponerse uno de acuerdo consigo
mismo tal como es. El sociólogo P. L. Berger llama al humor «signo de la
trascendencia». En el humor se supera y domina espiritualmente una situación
adversa porque por una parte se reconcilia uno con ella y por otra la supera y relativiza
desde el punto de vista de Dios.
El
humilde nunca desprecia a su hermano o hermana porque ve a Cristo en ellos. Por
eso pertenece a la humildad el componente de respeto ante el misterio del
prójimo y la magnanimidad o grandeza de corazón, en el que siempre hay espacio
para el otro. El que se ha encontrado con su humanidad ya no encuentra nada
humano que le resulte extraño. Está reconciliado con todo lo humano que pueda
encontrar, por ejemplo, en los débiles y enfermos, en los imperfectos y
resentidos. Todo lo contempla a través del prisma misericordioso de Dios y con
la mirada compasiva de Jesús. No le queda otra opción que la de imitar los
ejemplos divinos de compasión y misericordia en todo cuanto ve en su propia
alma y en los demás. Pero la mansedumbre no es un comportamiento que brota
espontáneamente del carácter, tampoco es un concepto negativo equivalente a
falta de agresividad. Es, sencillamente, una expresión de fe en la misericordia
de Dios que envió a su Hijo a la realidad de nuestra tierra. Jesús asumió todo
lo humano y, al asumirlo, lo redimió. En su humanidad cargó con todas nuestras
debilidades y humanidades y las llevó al cielo. Por haber descendido a las profundidades
de la tierra pudo también ascender al cielo. De esta manera nos enseñó el
camino. No es posible ascender al cielo sin descender a las profundidades de la
tierra, al humus, a la terrenalidad, a nuestras zonas de sombras , a
nuestra debilidad humana. Lo paradójico en la ascensión espiritual es que para subir a Dios hay que bajar al fondo de sí mismo.
Este es el camino de la libertad, del amor, de la humildad, de la mansedumbre y
misericordia, el camino de Jesús y nuestro camino..."
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