Escrito por Mariola Lopez -RSCJ- de su Libro: Cuando
el Evangelio irrumpe en el cuerpo
“ Uno de los soldados le abrió el
costado con una lanza, y al punto brotó sangre y agua ” (Jn 19, 31-37 )
La corriente del amor del Padre
se ha desbordado en él, y lo ha cruzado por entero. Esta es la dirección del
camino que nos mostraba cuando subía a Jerusalén. Es el único lugar donde
podemos descansar nuestra vida tal como es. Un camino de amor decididamente
ofrecido, abierto, tan infinitamente bueno que llega a abrazar el mal y lo
transforma.
Su Costado Abierto es el
lugar por donde volvemos a Dios con todos; donde aprendemos quién es Él y
quiénes somos nosotros. Es un camino que nos cruza del temor a la
confianza, de la ansiedad al abandono, del retener la propia existencia a
entregarla, del miedo a la libertad, de la muerte a una vida sin fin. Él nos lo
ha abierto con su cuerpo pobre y expuesto. Si vemos el efecto que va haciendo
un hilo de agua en la roca, cuánto más hará en nuestras vidas la Corriente
imparable de su amor. Un amor que reclama impaciente a todos los despreciados,
a todos los prohibidos.
“ Vengan por agua los
sedientos, los que no tienen dinero, los que no pueden pagar ...” (Is 55). Jesús
en la cruz es el sediento que nos ofrece el agua viva. Tiene sed de que
tengamos sed de él, de que queramos corresponderle, recibir este amor hasta el
fondo, consentir. Ha pagado un precio muy alto para que tengamos vida, una gran
vitalidad (Jn 10). Y esto gesto ha hecho preciosa cada vida humana, la ha
dignificado, la ha embellecido. Murió de amor por nosotros.
“ Todo está cumplido ” (Jn
19, 30), había dicho antes de morir. Lo que se ha consumado, lo que se ha
cumplido, es el amarnos hasta el fondo y hasta el extremo. Inclinando la
cabeza entregó el espíritu, nos dio lo mejor de sí mismo, en la herida de su
costado derramó para todos el Espíritu que lo había conducido a amar así.
"El costado abierto ha hecho su Corazón accesible a todos pero no como una
plaza o una pensión es decir, no sin dolor y sin dificultad, está abierto por
una herida, con entrada libre, abierto sin defensas con una increíble
vulnerabilidad; siempre y en todas partes” (Helen McLaughlin, rscj). Como
un regazo en el que nos recoge a todos. “ Vengan a mí –nos dice ahora sin
palabras desde la cruz- todos los cansados y agobiados, que yo os daré
descanso”
Jesús se ha dejado vaciar de sí
mismo para que pudiéramos entrar nosotros; invitándonos a sacar agua no con
temor sino con gozo (Is 12, 3), porque las fuentes de la salvación son sus
heridas. Se ha rasgado el velo del templo y el Dios retenido se ha expandido en
el cuerpo herido y abierto de Jesús. Ha sido crucificado fuera de las murallas
de ciudad santa, donde morían los malditos y abandonados de Dios (Dt 21, 22).
Llevándole a Él a todos ellos, portando allí su presencia de una manera
definitiva.
Su Costado es para nosotros la puerta
estrecha que cruzamos cuando hemos conocido el amor y creemos en él, y el camino
angosto a lo largo del cual vamos siendo curados, y reconciliados,
hermanados unos con otros. Allí bebemos el agua de su compasión. Allí
nacemos como hombres y mujeres nuevos de este parto de Jesús, cuando
rompe en el agua y la sangre como la mujer al dar a luz (Jn 16, 21). Nace
y nos está haciendo nacer desde la cruz, a una vida nueva, a la que nos
invita ya desde ahora. “Hoy estarás conmigo”( Lc 23, 43), le había dicho
al rechazado que compartía su lado en la cruz. Nacer de raíz de su amor de
madre, porque es un amor que no transforma sin dolor.
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