Escrito por Carmen Barba Pérez
Sabemos que la palabra «Adviento» significa literalmente «advenimiento», «venida», «llegada». Son cuatro semanas en las que Dios (el que viene, el que tiene la iniciativa) y nosotros (los que le esperamos) somos los protagonistas. Es decir, son cuatro semanas de “movimiento” porque se va a producir un “encuentro” que va a trastocar nuestra vida.
Dios viene, se hace presente… nosotros esperamos su venida, nos preparamos para ella. Pero nuestra espera no puede ser pasiva.
En realidad, si lo pensamos despacio ¿podemos hablar de la venida del Señor? ¿No es verdad que Dios está ya siempre presente en nosotros, puesto que si existimos es gracias a su presencia en lo más profundo de nuestro ser? ¿No afirmamos con san Pablo que «en él vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17,28)
Y si esto es así (que lo es) entonces, ¿tiene sentido hablar de que Dios sale a nuestro encuentro, de que Él viene? ¿acaso se ha ido?
Si Él ya ha venido, si ya está con nosotros, entonces ¿a quién esperamos?
Responder a esta pregunta es importante en nuestro camino creyente, porque en el fondo cuestiona cómo vivimos la Navidad: ¿es un recuerdo de algo que se produjo de forma puntual en Belén hace más de 2000 años, o es una realidad que sigue aconteciendo de un modo nuevo y distinto en este 2017 para ti…, para mí…, para todos…?
Afirmamos que Dios viene, que sale a nuestro encuentro. Todos tenemos experiencia de que, cuando nos abrimos con un corazón creyente a lo que nos rodea, somos capaces de percibir la constante venida de Dios que se hace presente y activo en la creación, en la historia, en la sociedad y en la vida de las personas.
Siempre y en todo lugar podemos escuchar los pasos de nuestro Dios. Él viene y está presente en la luz y en las tinieblas, en el gozo y en el dolor, en el trabajo y en el descanso… En cada instante (como dice el profeta) se rasga el cielo y desciende el salvador( Is 45, 7).
Él sale a nuestro encuentro de un modo total y permanente. Viene a nuestro mundo, a nuestra historia, a cada uno de nosotros… Se hace presente y presencia.
- Aprovecha este Adviento para sacudirte la pereza y SALIR hacia Aquel que viene a tu encuentro;
- Propicia espacios en los que puedas ESCUCHAR la voz del Espíritu que en tu interior te recuerda quién eres: ¡hijo/a y hermano/a!
- Vive en libertad y liberando a otros; ayuda a quienes te rodean a DESPERTAR, a estar atentos y vigilantes para no caer en la rutina de lo ya conocido que se torna desesperanza;
- Abre las puertas de tu vida a la HOSPITALIDAD desde la certeza de que es en ese espacio de gozosa justicia en el que Él se te hace presente.
Sé como María a quien se nos propone como icono del Adviento: ella no domesticó, ni dominó, ni se apropió de la Palabra de Dios sino que, por el contrario, la escuchó, la acogió, la hospedó, la gestó y la entregó.
Texto escrito por Carmen Barba Pérez
No hay comentarios:
Publicar un comentario