sábado, 20 de diciembre de 2025

Preparar el Corazón


Escrito por Cardenal Ángel Rossi

Falta poquito para la Navi­dad, y es bueno que vaya­mos pre­pa­rando, no sólo el lugar, qué vamos a comer, a quié­nes vamos a invi­tar, qué rega­los vamos a hacer este año, etcé­tera, etcé­tera, sino que en ese “pre­pa­rar” inclu­ya­mos sobre todo el cora­zón. Pode­mos ade­lan­tar un poco los sen­ti­mien­tos que nos visi­ta­rán en la Noche­buena.

Por­que en la Noche­buena sal­drán a la luz nues­tros recuer­dos lin­dos de infan­cia y el recuerdo de los que ya no esta­rán. Nues­tras ganas de ser más bue­nos y la pena de ser siem­pre los mis­mos egoís­tas. El cariño de los que nos que­re­mos y se nota­rán los vín­cu­los que per­mi­ti­mos que durante el año hayan que­dado sin resol­verse, sin hablarse, sin recon­ci­liarse, en dis­cor­dia.

El deseo de tener a Dios en el cora­zón y la tris­teza de no haber­nos pre­pa­rado mejor.

Fiesta de fami­lia

Navi­dad es fiesta de fami­lia. Podría­mos decir que la mesa del altar, del tem­plo, se tras­lada o se pro­longa en la mesa del hogar. Navi­dad se cele­bra en fami­lia.

Una Navi­dad sin ros­tros, sin mesa que se agranda, sin capa­ci­dad para dar cabida a los que nor­mal­mente no están, sin olvido de las ofen­sas, sin deseos de mejo­rar nues­tros vín­cu­los, de sua­vi­zar nues­tras con­tra­dic­cio­nes, no sería Navi­dad.

Es exi­gen­cia de Navi­dad “crear cali­dez den­tro de nues­tras casas, y para eso tiene que haber olor a comida, cierto desor­den que acuse que ahí hay vida.

Ser pese­bre

Se puede pen­sar en el pese­bre como una dis­po­si­ción del cora­zón.

El pese­bre no posee rique­zas, no ostenta, no ago­bia. No tiene puer­tas, ni lla­ves, ni cla­ves, ni con­tra­se­ñas. No exige requi­si­tos.

Sólo está ahí, a dis­po­si­ción de quien nece­site alo­jarse, refu­giarse o hacer un alto en el camino.

Ser pese­bre en el camino de alguien. Alo­jar sin pre­gun­tar, sin espe­rar nada, sin juz­gar. Alo­jar y dejar ir. Ofre­cer el agua que ali­via. O las pala­bras jus­tas. O un abrazo en silen­cio.

Por­que todos en algún momento de nues­tro camino hemos nece­si­tado un pese­bre.

Por­que ser pese­bre es una opor­tu­ni­dad de sen­tir­nos cerca. De recu­pe­rar el sen­tido en un mundo sin sen­tido. De vol­ver a sen­tir­nos seres huma­nos.

¡Feliz Noche­buena!

¡Muy feliz Navi­dad!

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