Hoy nos
encontramos en el último encuentro de nuestros ejercicios en los cuáles hemos
recibido muchas gracias para nuestra vida y la de los nuestros. San Ignacio,
para coronar los ejercicios nos invita a entrar en lo que él llamó la
contemplación para alcanzar amor. Todos los ejercicios fueron para alcanzar
amor, para que el amor del Señor nos alcance, nos llegue y también para que
nosotros a ese amor lo entreguemos, lo hagamos servicio, lo donemos y seamos
testigos de la vida nueva que el Señor fue haciendo germinar en nuestro
corazón. A través de esta contemplación tenemos la posibilidad de permanecer
una vez concluida esta experiencia de los ejercicios, en la presencia de Dios y
encontrarlo en todas las cosas.
En cuanto a la
estructura de esta contemplación el Padre Fiorito dice que la contemplación
para alcanzar amor es una recapitulación de la experiencia de los ejercicios.
Los ejercicios han sido un encuentro personal con Cristo Nuestro Señor en el
que se nos ha manifestado su voluntad y nos ha llamado a un servicio y a un
seguimiento más de cerca.
San Ignacio
comienza la metodología con una nota que dice: “Ante todo conviene advertir dos
cosas: la primera es que el amor se debe poner más en las obras que en las
palabras. La segunda es que el amor consiste en comunicación de las dos partes,
en el compartir y comunicar el amante con el amado lo que tiene o de lo que
tiene y puede, y así por el contrario el amado a la amante”. En esta nota San
Ignacio quiere remarcar que este amor no requiere del esfuerzo para ser
alcanzado sino que es un amor que ya nos dio alcance.
Nosotros ya hemos
sido alcanzados por el amor y por eso mismo la respuesta es el amor que se debe
poner más en las obras que en las palabras. Y aquí podemos recordar los
hermosos textos del Buen samaritano como también del lavatorio de los pies. “Ve
y haz tú lo mismo”; “Ustedes serán felices si sabiendo estas cosas las
practican”. Es un modo de poner en acción la gracia que pedíamos.
En la segunda
semana cuando contemplábamos la vida del Señor, su nacimiento, su pesebre, su
vida pública, pedíamos interno conocimiento del Señor para más amar y servir.
Éste amor es recíproco, sólo es de a dos, y comunica lo mejor que tiene uno y
se lo da al otro. Es decir, Dios me ha dado todo su amor y yo le respondo con
todo mi amor. Es un intercambio de dones. “Amor con amor se paga”, dice Santa
Teresita.
En cuanto a la
metodología de nuestra oración no debemos olvidar como Dios nuestro Señor nos
mira. Como lo veníamos haciendo, en la oración preparatoria decimos: “Señor,
que este rato en el cuál me voy a dedicar a rezar y encontrarme con Vos, todo
mi ser esté abierto a tu amor, a tu voluntad, a tu gracia”. Después la
composición viendo el lugar. Aquí será verme delante de Dios nuestro Señor, de
los ángeles, y santos que interceden por mí. Después será pedir “interno conocimiento
de tanto amor recibido para que yo reconociéndolo completamente pueda en todo
amar y servir a su Divina Majestad”.
Es un momento importante en donde le vamos a
pedir a los ángeles y santos del cielo que intercedan por mí, para que me
ayuden a reconocer todo lo que he recibido del Señor a lo largo de mi vida.
Ésto consiste en hacernos conscientes de los dones recibidos, de entender
nuestra vida como don y reconocerla como parte de la gratuidad amorosa de Dios,
por lo que buscaremos responder al Señor con un gran agradecimiento. De ahí
nacerá el descubrimiento de lo importante y el sentido que tiene en nuestra
vida el amar y servir. Es un amor expresado en el servicio y es el fruto
definitivo de los ejercicios espirituales.
Uno se va a ir
dando cuenta que fue haciendo bien los ejercicios cuando brote de lo más
profundo de nuestro corazón el agradecimiento, que se va a traducir en un
servicio desinteresado al Señor y a mis hermanos. Esto nos llevará también a
encontrar a Dios en todas las cosas.
La contemplación
para alcanzar amor, es la síntesis de los ejercicios que nos lleva a descubrir
que la vida de Dios es regalo, y pasar de creer que depende de los méritos
acumulados a sentir el gozo inmenso del agradecimiento por la gratuidad
recibida. Para ello nada más útil que recordar los beneficios recibidos en la
vida entera y agradecer cuánto el Señor se ha dado en mi vida. El Señor se
quiere dar, se ha venido dando a lo largo de toda mi vida, y lo va a seguir
haciendo en todo el tiempo y el camino que me queda por recorrer. Es lo que nos
ayuda a captar como la propia vida ha sido, está siendo, la historia de la
fidelidad de Dios para con cada uno de nosotros.
Quiero dar las
gracias a Dios por este regalo que me ha hecho de ayudar a otros a que Jesucristo
sea más conocido y amado. En estos días hemos entrado en diálogo, nos hemos
ayudado mutuamente a descubrir a Dios presente en nuestra vida. ¡Qué bueno! Hoy
que terminamos nuestros ejercicios quiero dejarles a todos mi agradecimiento y
la alegría por haber compartido esta experiencia tan linda de Ejercicios por la
Radio.
Y para concluir y
despedirme quería dejarles un texto del padre Arrupe que me parece lindo para
que les quede como recuerdo de lo que es importante de ahora en más.
Enamórate, nada
puede importar más que encontrar a Dios,
es decir,
enamorarse de él de una manera definitiva y absoluta.
Aquello de lo que
te enamoras atrapa tu imaginación
y acaba por ir
dejando su huella en todo.
Será lo que
decida qué es lo que te saca de la cama en la mañana,
qué haces con tus
atardeceres, en qué empleas tus fines de semana,
Lo que lees, lo
que conoces, lo que rompe tu corazón,
y lo que te
sobrecoge de alegría y gratitud.
¡Enamórate!
Permanece en el amor.
Todo será de otra
manera.
P. Arrupe s.j.
Memoria agradecida y abandono a Dios
P. Ángel Rossi:
Hoy que
terminamos con este mes de Ejercicios Ignacianos con mucha alegría y
agradecimiento vamos a centrarnos en “La contemplación para alcanzar amor”, con
la que Ignacio quiere que terminemos porque nos prepara para seguir el camino.
Es una
contemplación para alcanzar amor, que también podría ser para crecer en amor y
sobre todo para que el amor después se manifieste. El amor se manifiesta más en
obras que en palabras dice San Ignacio. Dentro del mes de ejercicios, Ignacio
en el texto es la primera vez que usa la palabra amor. Es como si Ignacio la
reservara y la guardara para el final, aclarando que estamos hablando de amor
que implica reciprocidad, un amar y ser amado. Además, éste amor se manifiesta
en obras más que en palabras. Ignacio pretende que éste “buscar y hallar la
voluntad de Dios para poder seguirla” que es la finalidad de los ejercicios, se
de en la medida que crezcamos en el amor a Dios, a su voluntad y a lo que Él
nos ha dado como misión. Deberíamos terminar los ejercicios amando más o
deseando amar, o intentando amar más, pero no solo afectivamente o con lindas
palabras (que por supuesto son importantes) sino sobretodo a través de los
gestos. Se debería notar a través de nuestros gestos que hemos hecho ejercicios
durante este tiempo.
Recordar con Agradecimiento
Así como al
comienzo los ejercicios nos hicieron recorrer la vida para ver nuestro pecado,
ahora la recorremos para descubrir cuánto cuidado y cariño de Dios, todo lo
positivo y lindo. Dice Ignacio “Traigan a la memoria, los beneficios recibidos,
los beneficios de creación, beneficios de redención y dones particulares”. Los
beneficios de creación tiene que ver con la vida, el hecho de haber sido
creados, y esta vida que me toca vivir hoy; dar gracias por haber sido creados
amorosamente por Dios con infinito amor. Los beneficios de redención, es sobre
todo la gracia de la fe, este regalo inmenso que no viene pegado al hecho de
nacer, sino que es un regalo de Dios.
Piet Van der
Meer, en su libro “Nostalgia de Dios” se preguntaba después de su conversión
“¿a quién le deberé yo el milagro de creer? ¿quién habrá rezado por mí sin yo
saberlo? ¿cuál será el grado de sufrimiento ofrecido que hace que hoy día pueda
yo creer? (…) Creo que parte del gozo del cielo va a ser cuando el Señor nos
presente a las personas a quienes nosotros les debemos el milagro de creer y el
milagro de llegar al cielo”.
Seguramente nos
llevaremos una gran sorpresa. Quizás en el cielo, entre la gran alegría de
encontrarnos con el Señor, también va a ser lindo cuando el señor nos ponga
frente a frente con aquellos a quienes les vamos a tener que agradecer el
milagro de la fe y el milagro posiblemente de nuestra redención. A veces Dios
quizás se ha valido de tantas mediaciones y de tantas personas que han
intercedido por nosotros. Ésto también incluye este pedido de agradecimiento en
memoria de los beneficios de redención, la gracia de la fe.”
También traemos a
la memoria los dones particulares que son mi familia, mi vocación, mi misión,
las personas que Dios puso al lado de mi vida, las circunstancias y los hitos
fuertes que han marcado mi vida.
En todo amar y
servir
Ignacio nos hace
recordar, y a continuación agrega “Ponderando con mucho afecto”. Recordamos con
la cabeza, pero Ignacio nos propone hacer una memoria desde el corazón,
“ponderando con mucho afecto cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí”.
Ignacio quiere que nos admiremos, que gocemos haciendo memoria de todo el
cariño que el Señor me ha brindado de tantos modos tan misteriosos a lo largo
de la vida.
San Ignacio como
composición de lugar, quiere que nos pongamos junto al Señor, la virgen, San
José, los apóstoles y aquellos santos a los que les tenemos devoción. Y pedimos
“conocimiento interno de tanto bien recibido para que yo enteramente
reconociendo pueda en todo amar y servir a su Divina Majestad”. Al hacer
memoria, en este conocimiento interno de tanto bien recibido para que lo pueda
reconocer y pueda crecer en amor, aparece este lema muy ignaciano ”En todo amar
y servir”. Esto es lo que Ignacio pretende del ejercitante que termina los
ejercicios. Significa buscar y hallar a Dios en todas las cosas, en todo amar y
servir, es decir cuando estoy rezando, en la vida de mi trabajo, de mi familia,
cuidando un enfermo, en todo y a todos. “Amar y servir a Dios en todas las
cosas” quiere decir que la santidad es la fidelidad a lo que Dios me pide en el
momento en que estoy viviendo. En todo amar y servir... cuando estoy de
rodillas frente al Santísimo, en la misa, cuando estoy cocinando, descansando,
jugando, trabajando o lo que sea.
Ignacio nos hace
recordar, y el fruto de esta memoria es el ofrecimiento, es decir, viendo todo
lo que Dios ha hecho por mí, la reacción natural del corazón es la ofrenda,
brindarse enteramente al Señor. No es un ejercicio afectivo puramente sino que
viendo tanto bien recibido la reacción natural es la oración con que Ignacio
termina los ejercicios, que es una oración de total disponibilidad. Hemos
empezado los ejercicios pidiendo la gracia de la disponibilidad y los
terminamos con una oración de Ignacio de total disponibilidad:
Toma Señor y
recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad. Todo
mi haber y poseer vos me lo diste, a vos Señor lo torno. Todo es tuyo,
disponelo a Tu voluntad, dame tu amor y tu gracia que esta me basta.
Esta oración de
disponibilidad es el fruto de todo un camino que hemos venido haciendo en los
ejercicios. Hacia el final hacemos memoria agradecida y al darnos cuenta de
todo lo que el Señor hizo por nosotros surge del corazón decir “Señor no puedo
menos que ofrecer toda mi vida y ponerla en tus manos”.
Hacer memoria
Cabodevilla dice
que la memoria es recordar el camino y calentar el corazón. Es un llegar a la
conclusión de que el Señor estuvo y está en mi vida, por lo que no hay lugar a
pensar que pueda dejar de seguir estando y cuidando de mí. La memoria es
aquello que me constituye, es aquello por lo cuál yo soy yo, es la trama que
unifica mi vida. La memoria para nosotros no es un archivo viejo guardado en un
sótano, sino que es la médula espinal de mi alma. Decía Cabodevilla: Yo soy mi
memoria.
Por otro lado es
importante porque de la memoria nace la esperanza. Esto que canta tan lindo
Julián Zini: Qué lindo mi pueblo que tiene memoria, seguro que tiene esperanza
también. La esperanza se sostiene y se apoya sobre la memoria. Y el mismo
Cabodevilla dice que si uno al hacer memoria se encuentra con que el pasado ha
sido decepcionante y pareciera que no hay nada firme, aún en ese caso, todo
náufrago puede rescatar de las aguas algunas tablitas de su barca deshecha y
con esas tablitas armar una frágil y digna cabaña. Aún si al mirar al pasado lo
encontramos repleto de cosas tristes, siempre hay materia suficiente para
levantar una digna cabaña donde uno pueda encontrar cobijo. Quizás hay muchas
páginas oscuras que si uno las tuviera que vivir de nuevo trataría de
evitarlas, pero puestas en el tiempo tienen sentido.
La memoria del
corazón es una lectura que hacemos desde los ojos de Dios. Fray Luís de Granada
decía una frase muy parecida a la de San Ignacio: “La memoria sirve para hacer
a los hombres agradecidos a Dios”. Toda oración debe ser acción de gracias.
Tomar conciencia que hemos recibido mucho más de lo que podemos pedir. Es casi
una obligación ejercitar la memoria, recuperar y detallar los recuerdos delante
de Dios.
Ayer en la
reflexión de los discípulos de Emaús ¿qué hace el Señor para calentarles el
corazón y para consolarlos? Les hace recordar, los lleva allá al primer amor,
los hace recordar porque la tentación de la tristeza y el escándalo de la cruz
les ha traído el olvido. Se olvidaron de las gracias recibidas, de que el Señor
les dijo que esto iba a suceder, y también de que después iba a resucitar. La
memoria del corazón implica recuperar y detallar los recuerdos delante de Dios,
incluidos los del evangelio y los de mi propia vida.
Un ejemplo
aparece en el comienzo del evangelio de San Lucas, en donde María canta el
Magníficat. Seguramente Ignacio es inspiró en el Magníficat de la Virgen porque
en esas líneas aparece la memoria del corazón de la Virgen y del pueblo de
Israel como un canto de alabanza, agradecido y jubiloso de tantos favores
concedidos por Dios. “Mi alma canta la grandeza del Señor, mi espíritu se
alegra en Dios mi Salvador porque…”. Todos podemos cantar nuestro propio
Magníficat. Ignacio quiere que hagamos memoria de cuáles son las razones y los
favores concedidos por Dios a lo largo de mi vida.
En la
contemplación para alcanzar amor hay materia para una semana entera para rezar.
En estos días estaría bueno animarse a “perder tiempo” en traer a la memoria
personas, situaciones y dar gracias. A la vez entrelazar ese agradecimiento con
el ofrecimiento de nuestra vida y de todo nuestro ser. Santo Tomás decia que
“de las cosas pasadas conviene sacar argumentos para los sucesos futuros” por
eso, la memoria del pasado es necesaria para aconsejar bien en el futuro.
En la mitología
griega aparece Teseo como símbolo de la memoria. El personaje es aquel que mata
al minotauro en el laberinto de Creta. Para salir del laberinto, comienza a
recoger el hilo que su amada le había dado antes de entrar y que fue
desenrollando mientras caminaba. Encontró la salida simplemente recorriendo el
hilo. La memoria muchas veces tiene fuerza para sacarnos de esos momentos de la
vida donde nos sentimos en un laberinto, sin salida y sin saber para donde
rumbear y sin poder recordar cosas lindas. Son esos momentos en donde el
corazón y el alma se ofuscan, y perdemos los puntos de referencia. Las memorias
de las gracias recibidas muchas veces nos da esa pequeña luz que necesitamos
para salir de los laberintos de la vida.
Hay una sabiduría
escondida en la memoria y ella también es un lugar de meditación. En el Salmo
43, 5 dice “Recuerdo los tiempos pasados, considero todas tus acciones”.
Recordar es hacer presente. San Agustín decía: “En qué santuario te encuentro
Señor”, y se respondía: “Tú le has concedido a mi memoria este honor de residir
en ella”. Agustín decía que la memoria es como un sagrario, un lugar donde yo
lo encuentro al Señor, no sacramentalmente, pero sí encuentro las marcas de su
paso a lo largo de mi vida.
Les prepongo
recuperar la memoria de nuestro camino personal, hacer memoria de cómo nos
buscó el Señor, de mi familia, de mi pueblo... Dicho así: pierdan tiempo. Y por
eso les digo ojala puedan quedarse algunos días más con este texto. Quédense
recordando a su abuela si les hacen bien, momentos de la infancia que te
marcaron para siempre, consejos de tus padres, experiencias con tus hermanos,
con tus amigos... el recuerdo de tu primera comunión, la partida de los que
hemos querido y nos marcaron en la vida. Será un “perder tiempo” recordando, un
ejercicio que lo tenemos muy descuidado quizás por el mismo ritmo de vida pero
que es fundamental para el ser humano.
Textos de la Palabra
Hacer memoria con
la propia vida ya nos debería dar materia suficiente para la oración de varios
días. De igual modo les propongo algunos textos por si les ayuda a rezar.
Carta a los
Hebreos 10, 32 – ss. “Traigan a la memoria los días pasados, en que después de
ser iluminados hubieron de soportar un duro y doloroso combate (...) No pierdan
ahora la confianza”. Es la memoria de las luchas que hemos tenido y Dios nos ha
rescatado. Podemos traer a la memoria aquellos duros y dolorosos combates que
soportamos, dejarnos decir por el apóstol: “No pierdas ahora la confianza”,
como diciendo “oiga, no me afloje ahora, acuérdese que hemos tenido unas
batallas interesantes en la vida... acuérdese que en aquellas también
pensábamos que estábamos perdido y Dios nos rescató”.
Hebreos 13, 7:
“Acuérdense de sus dirigentes”. Nos referimos a los papás, tus abuelos, tu
maestro bueno de primaria, tu catequista, tu hermano mayor. “Acuérdense de sus
dirigentes, de aquellos que les anunciaron la Palabra de Dios y considerando el
final de su vida imiten su fe” dice el texto. Traemos a la memoria esas
personas que fueron significativas y marcaron nuestras vidas. Qué picardía que
se nos haga más fácil recordar los que nos hace sufrir, y se nos dificulta
acordarnos con más frecuencia aquellos que nos han hecho tanto bien.
Deuteronomio 8,
2-6 dice: “Acuérdate del camino recorrido y date cuenta”. Si la gracia es la
memoria la tentación es el olvido. Dice allí entonces bellísimamente: “Acordate
del camino recorrido y date cuenta, no vayas a olvidarte estas cosas que tus
ojos han visto ni dejes nunca que se aparten de tu corazón”. No nos olvidemos
de lo que los ojos del corazón vieron ni dejes nunca que se aparte de tu
corazón.
Deuteronomio 8,
11-20: “Guárdate de olvidar jamás a Yahvé, no sea que cuando comas y quedes
satisfecho, cuando construyas casas cómodas, cuando se multipliquen tus ganados
y tengas oro en abundancia, tu corazón se ponga orgulloso y entonces olvides a
Yahvé que te sacó de Egipto, de la casa de esclavitud”. El texto habla al
pueblo de Israel, que así como la desesperanza es la tentación en el desierto,
cuando llegan a Canaán la tentación es el olvido de quién te condujo en el
camino. A veces la comodidad, cuánto más la sobreabundancia, la opulencia trae
el olvido de a quienes le debemos la gracia y nos atribuimos a nosotros mismos
cosas que no son nuestras, son puro regalo de Dios. Esa es la gran tentación
del poder.
Deuteronomio 15,
15 que dice: “Acuérdate que tu también fuiste esclavo en tierra de Egipto”. La
memoria nos hace misericordiosos.
La Virgen Santísima,
es el icono de la memoria. Ella es quien “guardaba todas estas cosas en su
corazón” dice el evangelio.
Esta es la gracia
con la que Ignacio termina los ejercicios. Así como la primera gracia de la
resurrección fue la alegría y la hemos trabajado, la segunda gracia que está
muy unida es la memoria agradecida para “agradeciendo ofrecerme mucho”.
Además de la
oración de disposición que ya compartimos de San Ignacio, aparece otra muy
linda de Charles de Foucauld: “Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que
quieras, sea lo que sea. Te doy gracias”.
O quizás aquella
que decía San Agustín al final de su vida: “Señor lo que quieras, cuando
quieras, y del modo que tu quieras”. ¡Qué trilogía más hermosa y a la vez
exigente!.
Les propongo este
ejercicio y ojala se animen a prolongarlo y tengan la “valentía” de tomarse
varios días recordando y ofreciéndose mucho, como dice San Ignacio.
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