Un espacio para descubrir la presencia de Dios en el desierto de la vida cotidiana...
domingo, 2 de mayo de 2021
Permanecer en Jesús y ser sus amigos...
viernes, 16 de abril de 2021
COMUNICACION IMPORTANTE!
Amigos y Amigas de ESPIRITUALIDAD COTIDIANA:
Me ha comunicado BLOGGER que próximamente ya no se enviaran las nuevas publicaciones a sus correos.
Para acceder al BLOG les propongo descarguen en sus celulares el blog y puedan tenerlo para acceder rápidamente.
Gracias a cada uno!
Emaús =Camino de Regreso desde la Desesperanza...
- El camino que lleva a Emaús es el camino de los desilusionados, de los tristes, de los que sienten el fracaso y deciden abandonarlo todo y refugiarse de nuevo sí mismos.
- El camino de los que caminan por la vida lamentando lo que “ha pasado estos días”.
- El camino de los que no han entendido el misterio de la Cruz, y son incapaces de comprender que pueda estar vivo, a pesar de lo que “han dicho algunas mujeres”.
- El camino de los que han comenzado y que, con la sensación del fracaso, porque no ha respondido a sus intereses personales, regresan a donde habían partido.
- El camino de los que un día sintieron la ilusión de la llamada y ahora sienten el vacío de la desilusión.
- El camino de los que no entienden los caminos de Dios y prefieren la seguridad de sus propios caminos.
- El camino de los tristes cuyos ojos están cerrados a las luces de la Pascua.
- Emaús es el lugar donde las tristezas se convierten la fiesta de la alegría.
- Emaús es el lugar donde las dudas se hacen certezas.
- Emaús es el lugar donde las desilusiones vuelven a florecer en ilusiones nuevas.
- Emaús es el lugar donde los fracasos se convierten en nuevas energías.
- Emaús no es el final de un camino, sino el comienzo de un camino nuevo.
- Emaús es la experiencia de cómo la compañía del resucitado calentaba sus corazones, aún sin reconocerlo.
- Emaús es el camino del regreso, de la vuelta a casa, de la vuelta a la comunidad abandonada.
- Emaús es el camino de los que han visto y corren a compartir su experiencia pascual con los demás.
lunes, 5 de abril de 2021
Ir a Galilea significa, ante todo, Empezar de Nuevo...
"Las
mujeres pensaron que iban a encontrar el cuerpo para ungirlo, en cambio,
encontraron una tumba vacía. Habían ido a llorar a un muerto, pero en su lugar
escucharon un anuncio de vida. Por eso, dice el Evangelio que aquellas mujeres
estaban «asustadas y desconcertadas» (Mc 16,8), estaban asustadas,
temerosas y desconcertadas. Desconcierto: en este caso es miedo mezclado con
alegría lo que sorprende sus corazones cuando ven la gran piedra del sepulcro
removida y dentro un joven con una túnica blanca. Es la maravilla de escuchar
esas palabras: «¡No se asusten! Aquel al que buscan, Jesús, el de Nazaret, el
crucificado, resucitó» (v. 6). Y después esa invitación: «Él irá delante de
ustedes a Galilea y allí lo verán» (v. 7). Acojamos también nosotros esta invitación, la invitación
de Pascua: vayamos a Galilea, donde el Señor resucitado nos precede. Pero,
¿qué significa “ir a Galilea”?
Ir a
Galilea significa, ante todo, empezar de nuevo. Para los discípulos
fue regresar al lugar donde el Señor los buscó por primera vez y los llamó a
seguirlo. Es el lugar del primer encuentro y el lugar del primer amor. Desde
aquel momento, habiendo dejado las redes, siguieron a Jesús, escuchando su
predicación y siendo testigos de los prodigios que realizaba. Sin embargo,
aunque estaban siempre con Él, no lo entendieron del todo, muchas veces
malinterpretaron sus palabras y ante la cruz huyeron, dejándolo solo. A pesar
de este fracaso, el Señor resucitado se presenta como Aquel que, una vez más,
los precede en Galilea; los precede, es decir, va delante de ellos. Los llama y
los invita a seguirlo, sin cansarse nunca. El Resucitado les dice: “Volvamos a
comenzar desde donde habíamos empezado. Empecemos de nuevo. Los quiero de nuevo
conmigo, a pesar y más allá de todos los fracasos”. En esta Galilea
experimentamos el asombro que produce el amor infinito del Señor, que traza
senderos nuevos dentro de los caminos de nuestras derrotas. El Señor es así,
traza senderos nuevos dentro de los caminos de nuestras derrotas. Él es así y
nos invita a ir a Galilea para hacer lo mismo.
Este es
el primer anuncio de Pascua que quisiera ofrecerles: siempre es posible
volver a empezar, porque siempre existe una vida nueva que Dios es capaz de
reiniciar en nosotros más allá de todos nuestros fracasos. Incluso de los
escombros de nuestro corazón —cada uno de nosotros los sabe, conoce las ruinas
de su propio corazón—, incluso de los escombros de nuestro corazón Dios puede
construir una obra de arte, aun de los restos arruinados de nuestra humanidad
Dios prepara una nueva historia. Él nos precede siempre: en la cruz del
sufrimiento, de la desolación y de la muerte, así como en la gloria de una vida
que resurge, de una historia que cambia, de una esperanza que renace. Y en
estos meses oscuros de pandemia oímos al Señor resucitado que nos invita a
empezar de nuevo, a no perder nunca la esperanza.
Ir a
Galilea, en segundo lugar, significa recorrer nuevos caminos. Es
moverse en la dirección opuesta al sepulcro. Las mujeres buscaban a Jesús en la
tumba, es decir, iban a hacer memoria de lo que habían vivido con Él y que
ahora habían perdido para siempre. Van a refugiarse en su tristeza. Es la
imagen de una fe que se ha convertido en conmemoración de un hecho hermoso pero
terminado, sólo para recordar. Muchos —incluso nosotros— viven la “fe de los
recuerdos”, como si Jesús fuera un personaje del pasado, un amigo de la
juventud ya lejano, un hecho ocurrido hace mucho tiempo, cuando de niño asistía
al catecismo. Una fe hecha de costumbres, de cosas del pasado, de hermosos
recuerdos de la infancia, que ya no me conmueve, que ya no me interpela. Ir a
Galilea, en cambio, significa aprender que la fe, para que esté viva, debe
ponerse de nuevo en camino. Debe reavivar cada día el comienzo del viaje, el
asombro del primer encuentro. Y después confiar, sin la presunción de saberlo
ya todo, sino con la humildad de quien se deja sorprender por los caminos de
Dios. Nosotros tenemos miedo de las sorpresas de Dios, normalmente tenemos
miedo de que Dios nos sorprenda. Y hoy el Señor nos invita a dejarnos
sorprender. Vayamos a Galilea para descubrir que Dios no puede ser depositado
entre los recuerdos de la infancia, sino que está vivo, siempre sorprende.
Resucitado, no deja nunca de asombrarnos.
Luego,
el segundo anuncio de Pascua: la fe no es un repertorio del pasado, Jesús no es
un personaje obsoleto. Él está vivo, aquí y ahora. Camina contigo
cada día, en la situación que te toca vivir, en la prueba que estás
atravesando, en los sueños que llevas dentro. Abre nuevos caminos donde sientes
que no los hay, te impulsa a ir contracorriente con respecto al remordimiento y
a lo “ya visto”. Aunque todo te parezca perdido, por favor déjate alcanzar con
asombro por su novedad: te sorprenderá.
Ir a
Galilea significa, además, ir a los confines. Porque Galilea es el
lugar más lejano, en esa región compleja y variopinta viven los que están más
alejados de la pureza ritual de Jerusalén. Y, sin embargo, fue desde allí que
Jesús comenzó su misión, dirigiendo su anuncio a los que bregan por la vida de
cada día, dirigiendo su anuncio a los excluidos, a los frágiles, a los pobres,
para ser rostro y presencia de Dios, que busca incansablemente a quien está
desanimado o perdido, que se desplaza hasta los mismos límites de la existencia
porque a sus ojos nadie es último, nadie está excluido. Es allí donde el
Resucitado pide a sus seguidores que vayan, también hoy nos pide de ir a
Galilea, en esta “Galilea” real. Es el lugar de la vida cotidiana, son las
calles que recorremos cada día, los rincones de nuestras ciudades donde el
Señor nos precede y se hace presente, precisamente en la vida de los que pasan
a nuestro lado y comparten con nosotros el tiempo, el hogar, el trabajo, las
dificultades y las esperanzas. En Galilea aprendemos que podemos encontrar a
Cristo resucitado en los rostros de nuestros hermanos, en el entusiasmo de los
que sueñan y en la resignación de los que están desanimados, en las sonrisas de
los que se alegran y en las lágrimas de los que sufren, sobre todo en los
pobres y en los marginados. Nos asombraremos de cómo la grandeza de Dios se
revela en la pequeñez, de cómo su belleza brilla en los sencillos y en los
pobres.
Por
último, el tercer anuncio de Pascua: Jesús, el Resucitado, nos ama sin límites
y visita todas las situaciones de nuestra vida. Él ha establecido su presencia
en el corazón del mundo y nos invita también a nosotros a sobrepasar las
barreras, a superar los prejuicios, a acercarnos a quienes están junto a
nosotros cada día, para redescubrir la gracia de la cotidianidad.
Reconozcámoslo presente en nuestras Galileas, en la vida de todos los días. Con
Él, la vida cambiará. Porque más allá de toda derrota, maldad y violencia, más
allá de todo sufrimiento y más allá de la muerte, el Resucitado vive y el
Resucitado gobierna la historia.
Hermana, hermano si en esta noche tu corazón atraviesa una hora oscura, un día que aún no ha amanecido, una luz sepultada, un sueño destrozado, ve, abre tu corazón con asombro al anuncio de la Pascua: “¡No tengas miedo, resucitó! Te espera en Galilea”. Tus expectativas no quedarán sin cumplirse, tus lágrimas serán enjugadas, tus temores serán vencidos por la esperanza. Porque, sabes, el Señor te precede siempre, camina siempre delante de ti. Y, con Él, siempre la vida comienza de nuevo..."
lunes, 29 de marzo de 2021
Lunes Santo: Contemplamos la Belleza del Amor Total...
"Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. Porque decían: «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo.»
Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un aceite de nardo genuino muy caro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí:
«¿Para qué este derroche de perfume? Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres.»
Y la criticaban. Pero Jesús dijo: «Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una obra hermosa conmigo. A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán socorrerlos cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo»(Mc 14,1 ss.).
Contemplación
Nuestro perfume es, pues, nuestra oración.
“A los pobres los tendrán siempre con ustedes, a mí no me tendrán siempre”.
sábado, 27 de marzo de 2021
Domingo de Ramos - CONJUGAR EN “MODO BORRICO"
Escrito por Santiago Agrelo
Hoy, con Jesús, nos ponemos a recorrer el camino que lo lleva a “ser elevado”.
El de Jesús es un camino para pobres con esperanza, para soñadores de reinos de Dios, para hambrientos de justicia.
Desear, soñar, esperar, alegrarse, bendecir, son verbos que sólo los pobres pueden conjugar.
Pero también ellos habrán de aprender a hacerlo correctamente, pues es muy fácil confundir los tiempos y no digamos los modos.
Los de Jesús son “modos de borrico”.
Los de los discípulos suelen empezar por ser “modos de corcel”.
Es cierto que llega “el que viene en nombre del Señor”, como lo es que “llega el reino”, “el de nuestro padre David”, pero lo mismo el que viene que el que llega, vienen y llegan en “modo borrico”.
Cuando en la asamblea dominical se proclame la pasión del Señor, oiremos repetida con insistencia y referida a Jesús la palabra “rey”, veremos que se le trata como a un “rey” ¡de burlas!, y en el letrero de la acusación encontraremos escrito: “El rey de los judíos”.
La paradoja es que ese “rey de burlas” es “Rey de verdad”. ¡De burlas y de verdad!: Lo es en la cruz, lo es ante los soldados en el interior del palacio, lo es ante Pilato, lo es entrando en Jerusalén a lomos de un borrico. Lo es cuando le taladran pies y manos, cuando se reparten sus ropas, cuando echan a suerte su túnica.
¡Qué difícil aprender los modos de Jesús!: Modo humildad, modo amor, modo palabra de aliento, modo silencio para la escucha, modo pedernal para los ultrajes, “modo borrico” para su entronización, que es lo mismo que decir modo humanidad pobre, humanidad última, humanidad crucificada.
Es difícil la conjugación, pero se aprende.
Se enciende la fe, y a su luz –yo aprendí las conjugaciones a la luz de un ventanuco en el desván de la casa-, aprendemos los modos de nuestro Rey, y lo reconocemos allí donde siempre lo es, donde siempre está: a lomos de borrico, y de borrico prestado.
Éste puede ser nuestro Domingo de Ramos: Desear, soñar, esperar, ver a Jesús pobre, verlo en los pobres, verlo en los últimos, en los crucificados, y alfombrar su camino con nuestros mantos, alegrarnos con él, bendecirlo y ser bendecidos por él, mientras, cuidando de los pobres, en ellos cuidamos a nuestro Rey.
Y si ése es nuestro Domingo de Ramos, entonces, aunque no lo hayamos dicho nunca, podemos empezar a decirlo ya: “Hosanna”, “hosanna en el cielo”. “Salva, pues”, “salva, tú que estás en las alturas”.
Y a nuestra petición-aclamación le harán eco en la memoria de la fe las palabras de Jesús: “Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”.
No olvidemos que nuestro Rey se mueve siempre en “modo borrico”.
Feliz encuentro con él. Feliz comunión con él. Feliz domingo.
lunes, 15 de marzo de 2021
CUARESMA EN TRES PALABRAS: LA TERCERA = COMPARTIR
Escrito por Manuel Romero
Nos habla de esa dimensión relacional propia de nuestro ser. Provoca salir de la palabra “mío” –tan infantil y egoísta- para pronunciar “nuestro”. La carta del papa nos invita a dar y acoger a Dios, de mío a nuestro, como en la Oración de Jesús.
Repartir o entregar nos lleva a:
Dar para no acumular o que se me pegue. Para que ese algo no me tenga a mí. Compartir es llegar a la convicción de que lo más auténticamente mío es lo que soy capaz de dar.
Redimensionar el destino universal de los bienes. Ahí la Limosna nos sirve de antídoto ante la tentación del apropiarnos de algo -aunque lo permitan las leyes-, impide ese deseo del Creador de que todo es de todos. Y tras lo que hemos vivido, debe desvincularse de la ideología política y recobrar el significado fraterno de los bienes. El preguntarnos si somos de los que comparten o no; de los que saben decir o no adiós.
Y saber pedir. El Maestro de Galilea puede darnos la humildad suficiente para pedir y saber pedir a los otros aquello de lo que carecemos y necesitamos. En esta pandemia –que ha vapuleado el primer mundo- hemos necesitado y nos hemos hecho más solidarios. Y el compartir se ha manifestados en ambos sentidos. En este mundo sobran los avaros que acumulan y los silenciosos que pretenden que los demás adivinen sus necesidades. Abrir el corazón es manifestar nuestra necesidad y propiciar el compartir.
Compartir es un lenguaje de amor que se entiende en todas las lenguas porque es la caridad. Y ahí recibimos siempre a Dios, en el hermano que se acerca a nuestra iglesia cuaresmal. Y ahí acogemos la vida, en la esperanza de la Pascua.
martes, 9 de marzo de 2021
Seguir haciendo Obras Bellas
Escrito por Dolores Aleixandre . RSCJ
La afirmación de Jesús ante el gesto de la mujer que unge su cabeza en vísperas de su pasión es rotunda: «¡Déjenla! Ha hecho una obra bella conmigo (“bello” y “bueno” equivalen en griego ).
Para él, la acción de la mujer no era sólo un ejemplo de generosidad o de bondad sino de belleza y así se va a recordar «allí donde se anuncie la buena noticia» (Mc 14,3-9).
La belleza de su gesto está en su decisión de ofrecer, entregar, derramar…
Todo lo contrario al instinto de guardar, retener, reservar para sí.
Jesús encuentra bella la acción excesiva, desbordante y carente de medida de la mujer, tan parecida a su manera de amar.
Por eso le brinda el juramento
solemne de que su gesto, nacido de la gratuidad del amor, va a convertirse en
una profecía viva de la que todos podrán aprender.
…………….
INVITACION para AHONDAR, REZAR, CONTEMPLAR...
-Junto mis manos y las cierro haciéndome consciente de qué es aquello a lo que en este momento me aferro, lo que defiendo, lo que no estoy dispuesto a compartir.
-Imagino que Jesús dice de mí estas palabras: “Has hecho algo precioso por mí”. Y si eso me llega dentro hasta tocar mi alegría, voy abriendo lentamente mis manos experimentando la libertad de soltar y de entregar…
lunes, 8 de marzo de 2021
CUARESMA EN TRES PALABRAS: LA SEGUNDA: ADIOS
Escrito por Manuel Romero
La otra palabra que nos lleva a abrirnos es ADIÓS, aunque
parezca paradójico.
Es el término que nos habla de despedida, distancia, separación y cambio. Sólo se pronuncia cuando somos capaces de afrontar los cambios que nos sobrevienen: adiós a tal pensamiento, a tal criterio, a tal persona, a tal logro o a tal cosa. Todas son despedidas que nos llevan a la soledad y se sostienen en la oración.
Ese adiós facilita el cambio. La vida no para y, como un arroyo, nos exige estar en movimiento. La humanidad se gestó como nómada y -con el tiempo- tornó sedentaria. Aún quedan vestigios de esos orígenes –la familia de un circo-, varía según las zonas –aborígenes- y se muestra en quien menos lo esperas –en un viajante-. Ellos, de una forma u otra, saben despedirse, reiniciarse y qué tipo de equipaje llevar.
El adiós convierte el presente en pasado: soplo las velas de mis dieciocho años, soy contratada por primera vez o cobro la pensión de jubilación. Esas despedidas facilitan seguir viviendo, aprendiendo y madurando. Para eso hay que Ayunar de “ayeres”, de quietudes y de repeticiones. Y ayunar exige evitar ciertos placeres que nos detienen en lo satisfactorio y renunciar a los resentimientos por una ofensa que debía ser vengada. Ayunar nos embarca en la libertad que maneja el Espíritu y nos lleva a rezar: para que quien me ha herido no sufra accidente, quien me ha insultado no sea abochornado y quien me ha puesto en evidencia no sea sacrificado.
El Adiós nos saca de lo caduco y nos lleva a lo perenne. Hay pocas cosas en esta vida que se puedan perpetuar. Todo tiene fecha de caducidad y el inmovilismo se revela como una reacción infantil para no irnos a dormir cuando se nos dice. Sin adiós nos quedamos jugando con las dependencias y la finitud.
lunes, 1 de marzo de 2021
Desear compartir su suerte
“¿Pueden beber la copa que voy a beber yo?” (Mt
20,20-23).
Beber
de la misma copa expresa la participación en una misma suerte, la vinculación
en un idéntico destino. Le habían preguntado si en aquel Reino del que hablaba
iban a ejercer ellos algún puesto de importancia.“- ¡No saben lo que están pidiendo! “¿Pueden beber la copa que voy a
beber yo?-¡Podemos!, respondieron ellos.
Ninguno
fue capaz de mantener aquella promesa y la copa del sufrimiento y de la muerte
tuvo que beberla solo Jesús. Y ¡cómo lloraron por ello después, encerrados en
el cenáculo durante aquel sábado interminable...!
Pero
cuando se dejó ver y tocar por ellos en la mañana del primer día de la semana,
supieron que el Señor Resucitado les ofrecía de nuevo y de manera definitiva,
participar en su vida misma: seguía brindándoles su copa e invitándoles a
entrar en comunión con él, a vivir junto a él una existencia entregada por
todos.
…………….
INVITACION para AHONDAR, REZAR, CONTEMPLAR...
· - Dejo
resonar en el fondo del corazón la pregunta de Jesús y, aunque sea consciente
de mi incapacidad, responderle con las palabras de Pedro: “Señor, tú lo sabes
todo. Tú sabes que te amo”
· - Le ofrezco lo que está más a mi alcance: compartir preocupaciones y pesos con personas que tengo cerca, brindarles escucha y apoyo, hacer míos sus proyectos…
-Puedes terminar rezando con esta canción: Fruto nuevo
de tu Cielo (Sopla) de Martin Duarte –
interpretada por Mauro Tesuri-
https://www.youtube.com/watch?v=bzSJL88cqIo
viernes, 26 de febrero de 2021
CUARESMA EN TRES PALABRAS: LA PRIMERA : SOLEDAD
Escrito por Manuel Romero
La Cuaresma –según anuncia el Papa Francisco en su mensaje- dice que “es un tiempo para creer, para recibir a Dios en nuestra vida y… permitirle su morada entre nosotros”.
Esta
afirmación encierra una modificación de nuestra comprensión. Lo que predomina
es la apertura de del corazón y del intelecto para que Dios llegue y le
recibamos. Nuestra iniciativa –la acostumbrada a “salir a buscar”- se torna en
recepción; como el conserje de un hotel. Se nos invita a esperar y acoger (dos
actitudes) que llevan en sí mucha “paciencia” y
“vaciamiento”: paciencia porque el Señor –como en algunas parábolas-
realiza sus acciones a su tiempo y que suele ser a un ritmo bien distinto del
nuestro. Vaciamiento de intenciones, de decisiones, de afectos. Hay
que vaciar para poder «meter”; si no hacemos lugar para lo que viene de Dios
seguiremos llenos de lo nuestro.
También
nos hace reconocer que hay algo que impide que Dios haga morada en nosotros.
El permiso se da y se ofrece. Y “dar permiso a Dios” para que entre
no es habitual ni deseado… pensemos que si Dios entra, ve lo que hay en
nosotros, si él entra, cuestionará lo que encuentra, si el accede, lo ordenará
a su manera. Y no siempre estamos dispuestos. Decimos que sí pero demostramos
lo contrario cuando algún hermano cuestiona y reordena nuestros criterios. Y
ahí, nos encerramos. La propuesta del Papa es abrirnos este año, ahí donde
habitualmente cerrábamos las puertas de nuestra intimidad.
Este
planteamiento me sugiere tres palabras que, como hitos en un camino, nos
impidan perdernos o encerrarnos en esta Cuaresma.
Una de
ellas es SOLEDAD.
Es
inherente a la experiencia humana, aunque no la busquemos no podremos evitarla.
Hasta ahora hemos tenido muchas experiencias de soledad en el dolor, la muerte,
la ruptura o la incomprensión. Hemos vivido situaciones extremas tintadas de
soledad. Pero, ¿qué tipo de soledad? El confinamiento nos ha
castigado con una ausencia de relaciones inhumana y nos ha protegido de un
virus desconocido. Si hubiéramos podido elegir no sé si el modo habría sido
ese. El caso es que la mejor soledad es la opcional, la asumida de la que habla
la tradición eremítica, la que pasa por el encuentro con uno mismo. La
aceptación de lo que uno es y ha vivido, la acogida del otro -tal y como es-, y
del mismo Dios pasa por una soledad elegida que sabe dialogar y que opta por
escuchar y aportar.
Aquí
radica la Oración en secreto, con el Padre de los cielos, que se realiza
en libre de huidas y ruidos y está madura para el encuentro. En el camino de la
Cuaresma hemos de afrontar la soledad como posibilidad de acogido. ¡Si no
estamos a gusto con nosotros, cómo lo va a estar Dios cuando entre!
viernes, 19 de febrero de 2021
Subir y Descender con Jesús
Escrito por Dolores Aleixandre, rscj
Estaban subiendo. Lo sabía él y lo sabían los discípulos que le acompañaban. El Maestro se había puesto en cabeza y caminaba con paso rápido; ellos iban detrás más lentamente, como si quisieran retrasar el momento de la llegada.
Jesús había intentado infinitas veces enseñar a sus discípulos a “bajar”, a sospechar de su deseos de ascenso y dominación y a elegir en cambio los lugares de abajo, allí donde se mueven y habitan los que carecen de poder y significatividad, los que parecen haber nacido para cargar con los pesos de otros. Él conocía de primera mano lo que era vivir “fuera”, entre aquellos que ni entonces ni ahora tienen sitio en las posadas del mundo.
Ahora, en el lugar más alto de Jerusalén, sabía que a él le esperaba un huerto en lo más hondo del torrente Cedrón, los sótanos de los palacios de Caifás y Pilato, un montecillo fuera de las murallas donde crucificaban a los malhechores, un sepulcro excavado en una cueva.
Subían, pero él era consciente de que había emprendido su último descenso.
INVITACION para AHONDAR , REZAR, CONTEMPLAR...
Tomo contacto con mis deseos secretos de subir, tener éxito, ser visto…, a mi necesidad de reconocimiento y admiración.
Contemplo
a Jesús “el Descendente”, el despreocupado por su propia fama y su propio
nombre. Dejo que esa manera suya de estar en la vida me atraiga y me libere…
-Puedes terminar rezando con esta canción: Tengan los sentimientos de Jesús - Misioneras Diocesanas-
Hacer clik: www.youtube.com/watch?v=m0fvwuxLH1o
jueves, 18 de febrero de 2021
Vivir una Cuaresma de Caridad : Mensaje del Papa FRANCISCO para la CUARESMA de 2021
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA
LA CUARESMA DE 2021
«MIRAD,
ESTAMOS SUBIENDO A JERUSALÉN...» (Mt 20,18).
CUARESMA:
UN TIEMPO PARA RENOVAR LA FE,
LA
ESPERANZA Y LA CARIDAD.
Queridos
hermanos y hermanas:
Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a asociarse a ella, para la salvación del mundo.
Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordemos a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2, 8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo.
El
ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación
(cf. Mt 6, 1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La
vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor
hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la
oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad
operante.
1. La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas
En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida.
El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 93).
La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (cf. Jn 14, 23). Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1, 14): el Hijo de Dios Salvador.
2. La esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino
La samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Jn 4, 10). Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20, 19). Jesús nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par. Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón abierto.
En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta enc. Laudato si’, 32-33;43-44). Es esperanza en la reconciliación, a la que San Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Cor 5, 20). Al recibir el perdón, en el Sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. El perdón de Dios, también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad.
En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224).
En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura.
Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21, 1-6). Significa recibir la esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios resucita al tercer día, “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 Pe 3, 15).
3. La caridad, vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza
La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.
«A partir del “amor social” es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos» (FT, 183).
La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad. Así sucedió con la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, que dio el pan al profeta Elías (cf. 1 Re 17, 7-16); y con los panes que Jesús bendijo, partió y dio a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente (cf. Mc 6, 30-44). Así sucede con nuestra limosna, ya sea grande o pequeña, si la damos con gozo y sencillez.
Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43, 1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo.
«Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto, verdaderamente integrados en la sociedad» (FT, 187).
Queridos hermanos y hermanas: Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre.
Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre de 2020, memoria de San Martín de Tours.
Francisco
miércoles, 17 de febrero de 2021
CARTA APOSTÓLICA “CON CORAZON de PADRE” del PAPA FRANCISCO - Padre en la sombra-
El
escritor polaco Jan Dobraczyński, en su libro La sombra del Padre, noveló la
vida de san José. Con la imagen evocadora de la sombra define la figura de
José, que para Jesús es la sombra del Padre celestial en la tierra: lo auxilia,
lo protege, no se aparta jamás de su lado para seguir sus pasos. Pensemos en
aquello que Moisés recuerda a Israel: «En el desierto, donde viste cómo el
Señor, tu Dios, te cuidaba como un padre cuida a su hijo durante todo el
camino» (Dt 1,31). Así José ejercitó la paternidad durante toda su vida.
Nadie
nace padre, sino que se hace. Y no se hace sólo por traer un hijo al mundo,
sino por hacerse cargo de él responsablemente.
Todas las veces que alguien asume la responsabilidad de la vida de otro, en
cierto sentido ejercita la paternidad respecto a él.
En
la sociedad de nuestro tiempo, los niños a menudo parecen no tener padre.
También la Iglesia de hoy en día necesita padres. La amonestación dirigida por
san Pablo a los Corintios es siempre oportuna: «Podrán tener diez mil
instructores, pero padres no tienen muchos» (1 Co 4,15); y cada sacerdote u
obispo debería poder decir como el Apóstol: «Fui yo quien los engendré para
Cristo al anunciarles el Evangelio» (ibíd.). Y a los Gálatas les dice: «Hijos
míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado
en ustedes» (4,19).
Ser
padre significa introducir al niño en la experiencia de la vida, en la
realidad. No para retenerlo, no para encarcelarlo, no para poseerlo, sino para
hacerlo capaz de elegir, de ser libre, de salir. Quizás por esta razón la
tradición también le ha puesto a José, junto al apelativo de padre, el de “castísimo”.
No es una indicación meramente afectiva, sino la síntesis de una actitud que
expresa lo contrario a poseer. La castidad está en ser libres del afán de poseer
en todos los ámbitos de la vida. Sólo cuando un amor es casto es un verdadero
amor. El amor que quiere poseer, al final, siempre se vuelve peligroso,
aprisiona, sofoca, hace infeliz. Dios mismo amó al hombre con amor casto,
dejándolo libre incluso para equivocarse y ponerse en contra suya. La lógica
del amor es siempre una lógica de libertad, y José fue capaz de amar de una
manera extraordinariamente libre. Nunca se puso en el centro. Supo cómo
descentrarse, para poner a María y a Jesús en el centro de su vida.
La felicidad de
José no está en la lógica del auto-sacrificio, sino en el don de sí mismo.
Nunca se percibe en este hombre la frustración, sino sólo la confianza. Su
silencio persistente no contempla quejas, sino gestos concretos de confianza.
El mundo necesita padres, rechaza a los amos, es decir: rechaza a los que
quieren usar la posesión del otro para llenar su propio vacío; rehúsa a los que
confunden autoridad con autoritarismo, servicio con servilismo, confrontación
con opresión, caridad con asistencialismo, fuerza con destrucción. Toda
vocación verdadera nace del don de sí mismo, que es la maduración del simple
sacrificio. También en el sacerdocio y la vida
consagrada se requiere este tipo de madurez. Cuando una vocación, ya sea en la
vida matrimonial, célibe o virginal, no alcanza la madurez de la entrega de sí
misma deteniéndose sólo en la lógica del sacrificio, entonces en lugar de
convertirse en signo de la belleza y la alegría del amor corre el riesgo de
expresar infelicidad, tristeza y frustración.
La
paternidad que rehúsa la tentación de vivir la vida de los hijos está siempre
abierta a nuevos espacios. Cada niño lleva siempre consigo un misterio, algo
inédito que sólo puede ser revelado con la ayuda de un padre que respete su
libertad. Un padre que es consciente de que completa su acción educativa y de
que vive plenamente su paternidad sólo cuando se ha hecho “inútil”, cuando ve
que el hijo ha logrado ser autónomo y camina solo por los senderos de la vida,
cuando se pone en la situación de José, que siempre supo que el Niño no era
suyo, sino que simplemente había sido confiado a su cuidado. Después de todo,
eso es lo que Jesús sugiere cuando dice: «No llamen “padre” a ninguno de
ustedes en la tierra, pues uno solo es su Padre, el del cielo» (Mt 23,9).
Siempre
que nos encontremos en la condición de ejercer la paternidad, debemos recordar
que nunca es un ejercicio de posesión, sino un “signo” que nos evoca una
paternidad superior. En cierto sentido, todos nos encontramos en la condición
de José: sombra del único Padre celestial, que «hace salir el sol sobre malos y
buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos» (Mt 5,45); y sombra que sigue
al Hijo.
*
* *
«Levántate,
toma contigo al niño y a su madre» (Mt 2,13), dijo Dios a san José.
El
objetivo de esta Carta apostólica es que crezca el amor a este gran santo, para
ser impulsados a implorar su intercesión e imitar sus virtudes, como también su
resolución.
En
efecto, la misión específica de los santos no es sólo la de conceder milagros y
gracias, sino la de interceder por nosotros ante Dios, como hicieron Abrahán[Cf.
Gn 18,23-32.] y Moisés[Cf. Ex 17,8-13; 32,30-35.], como hace Jesús, «único
mediador» (1 Tm 2,5), que es nuestro «abogado» ante Dios Padre (1 Jn 2,1), «ya
que vive eternamente para interceder por nosotros» (Hb 7,25; cf. Rm 8,34).
Los
santos ayudan a todos los fieles «a la plenitud de la vida cristiana y a la
perfección de la caridad». Su vida es una prueba concreta de que es posible
vivir el Evangelio.
Jesús
dijo: «Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29), y ellos
a su vez son ejemplos de vida a imitar. San Pablo exhortó explícitamente:
«Vivan como imitadores míos» (1 Co 4,16). San José lo dijo a través de su
elocuente silencio.
Ante
el ejemplo de tantos santos y santas, san Agustín se preguntó: «¿No podrás tú
lo que éstos y éstas?». Y así llegó a la conversión definitiva exclamando:
«¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva!»[San Agustin].
No
queda más que implorar a san José la gracia de las gracias: nuestra conversión…
A
él dirijamos nuestra oración:
Salve, custodio del
Redentor
y esposo de la
Virgen María.
A ti Dios confió a
su Hijo,
en ti María
depositó su confianza,
contigo Cristo se
forjó como hombre.
Oh, bienaventurado
José,
muéstrate padre
también a nosotros
y guíanos en el
camino de la vida.
Concédenos gracia,
misericordia y valentía,
y defiéndenos de
todo mal. Amén.
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Seguimos ahondando en la hermosa Carta: “Con Corazón de Padre”, del Papa
Francisco…
Para esta semana la propuesta es leer el punto 7-“Padre en la sombra”
Propuesta para la reflexión y Oración:
1- Contempla la imagen que acompaña este mensaje y estas palabras, de la
Carta:
La felicidad de José no está en la lógica del auto-sacrificio, sino en el don de sí mismo. Nunca se percibe en este hombre la frustración, sino sólo la confianza. Su silencio persistente no contempla quejas, sino gestos concretos de confianza. El mundo necesita padres, rechaza a los amos, es decir: rechaza a los que quieren usar la posesión del otro para llenar su propio vacío; rehúsa a los que confunden autoridad con autoritarismo, servicio con servilismo, confrontación con opresión, caridad con asistencialismo, fuerza con destrucción. Toda vocación verdadera nace del don de sí mismo, que es la maduración del simple sacrificio.
2- Para
la oración y reflexión de esta semana, vamos a confiar como dice el Papa Francisco,
al final de la Carta:
“No queda más que implorar
a san José la gracia de las gracias: nuestra conversión…”
Hoy comenzamos un nuevo Tiempo de Cuaresma, tiempo para seguir creciendo en nuestra vida de Fe, Esperanza y Caridad, que si o si piden de nosotros la conversión del corazón…
3- Por
esto vamos a preguntarnos:
a-
Que
significa para mi vida la conversión?
b-
Hacia
donde puede ir mi camino cuaresmal de conversión?
c- Hacer Memoria las “conversiones” que he tenido a lo largo de mi vida, fruto de los procesos
personales que he atravesado…
d- Agradecer...
4- Para
seguir este caminito cuaresmal, podemos rezar diariamente o como creamos mas
fecundo, esta oración a San Jose para que alcancemos la Gracia de las Gracias:
Nuestra conversión…
Oración a San José:
cómo se es “no protagonista”,
cómo se avanza sin pisotear,
cómo se colabora sin imponerse,
cómo se ama sin reclamar
cómo se obedece sin rechistar
cómo ser eslabón entre el presente y el futuro
cómo luchar frente a tanta desesperanza…
Dinos, José,
cómo se vive siendo “número dos”,
cómo se hacen cosas fenomenales
desde un segundo puesto.
Cómo se sirve sin mirar a quién…
Explícanos
cómo se es grande sin exhibirse,
cómo se lucha sin aplauso,
cómo se avanza sin publicidad,
cómo se persevera y se muere uno
sin esperanza de un póstumo homenaje
cómo se alcanza la gloria desde el silencio
cómo se es fiel en lo poco, confiando en la certeza
de sabernos en la Manos del Padre….
Dínoslo, José. Amen