domingo, 2 de mayo de 2021

Permanecer en Jesús y ser sus amigos...

-Escrito por Jean Vanier-

"El fruto es la vida que debemos derramar sobre los otros. Pero no somos nosotros quienes damos vida, no es tampoco sólo Jesús, somos nosotros y Jesús, Jesús en nosotros y nosotros en Jesús. No podemos distinguir lo que es de Dios y lo que es nuestro. Es la vida del Espíritu fluyendo a través de cada uno de nosotros, enriquecida por los propios dones, por quienes somos –nuestra identidad- y por nuestra misión particular. La magnificencia de Dios es dar vida en y a través de nosotros. Dios no quiere actuar Él solo directamente en los corazones: Dios nos necesita como mediadores e instrumentos de su gracia. De esta manera, participamos en la creatividad de Dios dando vida. 

Permanecer en Jesús y ser su amigo

¿Qué significa permanecer en Jesús? Aquí tenemos una palabra clave “permanecer” o “morar”. Los primeros dos discípulos le preguntaron a Jesús: ¿Dónde vives? Y fueron se quedaron con Él. Jesús había dicho a los discípulos que si comían su cuerpo y bebían su sangre, habrían de morar en Él y Él en ellos. En este texto de Juan nos revela: 

“Yo los he amado a ustedes como el Padre me ama a mí: Permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como Yo permanezco en el amor de mi Padre, guardando sus mandatos” (Jn 15,9-10). 

Permanecer o morar en Jesús es hacer nuestro hogar en Él y dejar que Jesús haga su hogar en nosotros. Nos sentimos en casa con Él y en Él. Es un lugar de descanso y de presencia recíproco, en un lugar de vida y creatividad. Permaneciendo en Él, damos fruto y damos vida a los demás. Vivimos en una mutua morada. Esta morada es amistad. 

La fuente de nuestra amistad con Jesús es la unidad entre Él y el Padre. Así como el Padre ama a Jesús y se entrega al Hijo, Jesús nos ama y se nos entrega…

viernes, 16 de abril de 2021

COMUNICACION IMPORTANTE!

 Amigos y Amigas de ESPIRITUALIDAD COTIDIANA:

Me ha comunicado BLOGGER que próximamente ya no se enviaran las nuevas publicaciones a sus correos.

Para acceder al BLOG les propongo descarguen en sus celulares el blog y puedan tenerlo para acceder rápidamente.

Gracias a cada uno!


Emaús =Camino de Regreso desde la Desesperanza...



Escrito por Clemente Sobrado 

El camino de la desesperanza
  • El camino que lleva a Emaús es el camino de los desilusionados, de los tristes, de los que sienten el fracaso y deciden abandonarlo todo y refugiarse de nuevo sí mismos.
  • El camino de los que caminan por la vida lamentando lo que “ha pasado estos días”.
  • El camino de los que no han entendido el misterio de la Cruz, y son incapaces de comprender que pueda estar vivo, a pesar de lo que “han dicho algunas mujeres”.
  • El camino de los que han comenzado y que, con la sensación del fracaso, porque no ha respondido a sus intereses personales, regresan a donde habían partido. 
  • El camino de los que un día sintieron la ilusión de la llamada y ahora sienten el vacío de la desilusión.
  • El camino de los que no entienden los caminos de Dios y prefieren la seguridad de sus propios caminos. 
  • El camino de los tristes cuyos ojos están cerrados a las luces de la Pascua.
Un intérprete en el camino

Hay cosas que nunca logramos entender y para las que necesitamos de un intérprete. Cuando nos reunimos unidos por la sensación del fracaso, mutuamente nos vamos hundiendo más. Mutuamente nos vamos confirmando en nuestras desilusiones.
Siempre se necesita de un tercero, de alguien que haga de intérprete de nuestros sentimientos y de nuestras oscuridades. Que nos haga comprender que, lo que para nosotros es un imposible, puede ser fuente de todas las posibilidades. Que nos haga salir de nosotros mismos y nos enseñe a leer las Escrituras y nos pueda abrir la inteligencia.
Y eso fue Jesús que se hace viajero con ellos, que camina el mismo camino. Primero se mete en sus conversaciones y luego como un caminante cualquiera, comienza a enseñarles a leer los acontecimientos. El Dios escondido pero que camina siempre en nuestro propio caminar.
Todos necesitamos de alguien que nos ayude a interpretar nuestras dudas, nuestras tristezas, nuestras desilusiones, nuestros problemas. No. No son los demás quienes nos solucionarán nuestras dificultades. Pero sí nos ayudarán a salir de nosotros mismos para que podamos verlos con otros ojos y con otras esperanzas.

Cuando se abren los ojos

Emaús es el lugar donde se nos “abren los ojos”. Emaús es el lugar donde el pan partido se hace revelación de Jesús y donde aquellos dos lo “reconocen”.
No le reconocen en el camino. Le reconocen al partir el pan. La Eucaristía, sacramento de la revelación del resucitado.
  • Emaús es el lugar donde las tristezas se convierten la fiesta de la alegría.
  • Emaús es el lugar donde las dudas se hacen certezas.
  • Emaús es el lugar donde las desilusiones vuelven a florecer en ilusiones nuevas.
  • Emaús es el lugar donde los fracasos se convierten en nuevas energías.
  • Emaús no es el final de un camino, sino el comienzo de un camino nuevo.
  • Emaús es la experiencia de cómo la compañía del resucitado calentaba sus corazones, aún sin reconocerlo.
  • Emaús es el camino del regreso, de la vuelta a casa, de la vuelta a la comunidad abandonada.
  • Emaús es el camino de los que han visto y corren a compartir su experiencia pascual con los demás.
Todos tenemos nuestro Emaús

Porque todos tenemos nuestros momentos de cansancio y desaliento. Porque todos tenemos nuestras tentaciones de dejarlo todo y abandonarlo todo. Porque todos tenemos nuestros momentos en el que nuestros ojos dejan de ver la realidad y comenzamos a ver los imposibles.

Es el Emaús de los esposos:

Los esposos suelen comenzar su camino con grandes ilusiones y esperanzas, pero pasa el tiempo y el aburrimiento les va carcomiendo por dentro y su misma presencia les causa hastío.
Es entonces cuando dicen que “se han equivocado”, “que no son el uno para el otro”, “que si la incompatibilidad de caracteres”.
Es ahí que los esposos necesitan de alguien que les ayude a leer su realidad y les ayude a recuperar la esperanza.
Tampoco ellos saben leer esos momentos difíciles de sus vidas. Y es entonces que alguien tiene que ayudarles a abrir los ojos y que se vuelvan a reconocer que los dos siguen vivos y que su amor aún está vivo y es capaz de ponerlos en camino.

Es el Emaús de la Iglesia

La Iglesia que se pasó toda la mañana buscando a Jesús. Lo buscó en el sepulcro y no lo encontró. Y la Iglesia se sintió huérfana. Se sintió en la soledad de sí misma sin El. Con sus miedos y sus puertas cerradas.
También la Iglesia atraviesa sus crisis e incluso muchos se alejan de ella decepcionados y buscan casa en otros movimientos.
Por eso la Iglesia necesita de la Eucaristía para volver a reencontrarse con el Resucitado. Necesita reconocerlo en el “pan partido”. Para luego salir del calor del hogar a los caminos del mundo a anunciar que “lo ha reconocido”, lo ha “visto”. Es la misión misionera de la Iglesia. La Iglesia de los caminos.

lunes, 5 de abril de 2021

Ir a Galilea significa, ante todo, Empezar de Nuevo...


Homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual

"Las mujeres pensaron que iban a encontrar el cuerpo para ungirlo, en cambio, encontraron una tumba vacía. Habían ido a llorar a un muerto, pero en su lugar escucharon un anuncio de vida. Por eso, dice el Evangelio que aquellas mujeres estaban «asustadas y desconcertadas» (Mc 16,8), estaban asustadas, temerosas y desconcertadas. Desconcierto: en este caso es miedo mezclado con alegría lo que sorprende sus corazones cuando ven la gran piedra del sepulcro removida y dentro un joven con una túnica blanca. Es la maravilla de escuchar esas palabras: «¡No se asusten! Aquel al que buscan, Jesús, el de Nazaret, el crucificado, resucitó» (v. 6). Y después esa invitación: «Él irá delante de ustedes a Galilea y allí lo verán» (v. 7). Acojamos también nosotros esta invitación, la invitación de Pascua: vayamos a Galilea, donde el Señor resucitado nos precede. Pero, ¿qué significa “ir a Galilea”?

Ir a Galilea significa, ante todo, empezar de nuevo. Para los discípulos fue regresar al lugar donde el Señor los buscó por primera vez y los llamó a seguirlo. Es el lugar del primer encuentro y el lugar del primer amor. Desde aquel momento, habiendo dejado las redes, siguieron a Jesús, escuchando su predicación y siendo testigos de los prodigios que realizaba. Sin embargo, aunque estaban siempre con Él, no lo entendieron del todo, muchas veces malinterpretaron sus palabras y ante la cruz huyeron, dejándolo solo. A pesar de este fracaso, el Señor resucitado se presenta como Aquel que, una vez más, los precede en Galilea; los precede, es decir, va delante de ellos. Los llama y los invita a seguirlo, sin cansarse nunca. El Resucitado les dice: “Volvamos a comenzar desde donde habíamos empezado. Empecemos de nuevo. Los quiero de nuevo conmigo, a pesar y más allá de todos los fracasos”. En esta Galilea experimentamos el asombro que produce el amor infinito del Señor, que traza senderos nuevos dentro de los caminos de nuestras derrotas. El Señor es así, traza senderos nuevos dentro de los caminos de nuestras derrotas. Él es así y nos invita a ir a Galilea para hacer lo mismo.

Este es el primer anuncio de Pascua que quisiera ofrecerles: siempre es posible volver a empezar, porque siempre existe una vida nueva que Dios es capaz de reiniciar en nosotros más allá de todos nuestros fracasos. Incluso de los escombros de nuestro corazón —cada uno de nosotros los sabe, conoce las ruinas de su propio corazón—, incluso de los escombros de nuestro corazón Dios puede construir una obra de arte, aun de los restos arruinados de nuestra humanidad Dios prepara una nueva historia. Él nos precede siempre: en la cruz del sufrimiento, de la desolación y de la muerte, así como en la gloria de una vida que resurge, de una historia que cambia, de una esperanza que renace. Y en estos meses oscuros de pandemia oímos al Señor resucitado que nos invita a empezar de nuevo, a no perder nunca la esperanza.

Ir a Galilea, en segundo lugar, significa recorrer nuevos caminos. Es moverse en la dirección opuesta al sepulcro. Las mujeres buscaban a Jesús en la tumba, es decir, iban a hacer memoria de lo que habían vivido con Él y que ahora habían perdido para siempre. Van a refugiarse en su tristeza. Es la imagen de una fe que se ha convertido en conmemoración de un hecho hermoso pero terminado, sólo para recordar. Muchos —incluso nosotros— viven la “fe de los recuerdos”, como si Jesús fuera un personaje del pasado, un amigo de la juventud ya lejano, un hecho ocurrido hace mucho tiempo, cuando de niño asistía al catecismo. Una fe hecha de costumbres, de cosas del pasado, de hermosos recuerdos de la infancia, que ya no me conmueve, que ya no me interpela. Ir a Galilea, en cambio, significa aprender que la fe, para que esté viva, debe ponerse de nuevo en camino. Debe reavivar cada día el comienzo del viaje, el asombro del primer encuentro. Y después confiar, sin la presunción de saberlo ya todo, sino con la humildad de quien se deja sorprender por los caminos de Dios. Nosotros tenemos miedo de las sorpresas de Dios, normalmente tenemos miedo de que Dios nos sorprenda. Y hoy el Señor nos invita a dejarnos sorprender. Vayamos a Galilea para descubrir que Dios no puede ser depositado entre los recuerdos de la infancia, sino que está vivo, siempre sorprende. Resucitado, no deja nunca de asombrarnos.

Luego, el segundo anuncio de Pascua: la fe no es un repertorio del pasado, Jesús no es un personaje obsoleto. Él está vivo, aquí y ahora. Camina contigo cada día, en la situación que te toca vivir, en la prueba que estás atravesando, en los sueños que llevas dentro. Abre nuevos caminos donde sientes que no los hay, te impulsa a ir contracorriente con respecto al remordimiento y a lo “ya visto”. Aunque todo te parezca perdido, por favor déjate alcanzar con asombro por su novedad: te sorprenderá.

Ir a Galilea significa, además, ir a los confines. Porque Galilea es el lugar más lejano, en esa región compleja y variopinta viven los que están más alejados de la pureza ritual de Jerusalén. Y, sin embargo, fue desde allí que Jesús comenzó su misión, dirigiendo su anuncio a los que bregan por la vida de cada día, dirigiendo su anuncio a los excluidos, a los frágiles, a los pobres, para ser rostro y presencia de Dios, que busca incansablemente a quien está desanimado o perdido, que se desplaza hasta los mismos límites de la existencia porque a sus ojos nadie es último, nadie está excluido. Es allí donde el Resucitado pide a sus seguidores que vayan, también hoy nos pide de ir a Galilea, en esta “Galilea” real. Es el lugar de la vida cotidiana, son las calles que recorremos cada día, los rincones de nuestras ciudades donde el Señor nos precede y se hace presente, precisamente en la vida de los que pasan a nuestro lado y comparten con nosotros el tiempo, el hogar, el trabajo, las dificultades y las esperanzas. En Galilea aprendemos que podemos encontrar a Cristo resucitado en los rostros de nuestros hermanos, en el entusiasmo de los que sueñan y en la resignación de los que están desanimados, en las sonrisas de los que se alegran y en las lágrimas de los que sufren, sobre todo en los pobres y en los marginados. Nos asombraremos de cómo la grandeza de Dios se revela en la pequeñez, de cómo su belleza brilla en los sencillos y en los pobres.

Por último, el tercer anuncio de Pascua: Jesús, el Resucitado, nos ama sin límites y visita todas las situaciones de nuestra vida. Él ha establecido su presencia en el corazón del mundo y nos invita también a nosotros a sobrepasar las barreras, a superar los prejuicios, a acercarnos a quienes están junto a nosotros cada día, para redescubrir la gracia de la cotidianidad. Reconozcámoslo presente en nuestras Galileas, en la vida de todos los días. Con Él, la vida cambiará. Porque más allá de toda derrota, maldad y violencia, más allá de todo sufrimiento y más allá de la muerte, el Resucitado vive y el Resucitado gobierna la historia.

Hermana, hermano si en esta noche tu corazón atraviesa una hora oscura, un día que aún no ha amanecido, una luz sepultada, un sueño destrozado, ve, abre tu corazón con asombro al anuncio de la Pascua: “¡No tengas miedo, resucitó! Te espera en Galilea”. Tus expectativas no quedarán sin cumplirse, tus lágrimas serán enjugadas, tus temores serán vencidos por la esperanza. Porque, sabes, el Señor te precede siempre, camina siempre delante de ti. Y, con Él, siempre la vida comienza de nuevo..."

lunes, 29 de marzo de 2021

Lunes Santo: Contemplamos la Belleza del Amor Total...



 Escrito por Diego Fares sj

"Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. Porque decían: «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo.»

Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un aceite de nardo genuino muy caro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí:

«¿Para qué este derroche de perfume? Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres.»

Y la criticaban. Pero Jesús dijo: «Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una obra hermosa conmigo. A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán socorrerlos cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo»(Mc 14,1 ss.).

Contemplación

Entramos en la Pasión con el reclamo del Señor: “A los pobres los tendrán siempre con ustedes… pero a mí no me tendrán siempre”. Es uno de esos “sentimientos de Jesús” que Pablo nos invita a cultivar: “Tengan los sentimientos de Jesús, que siendo Dios se hizo hombre, por amor” (Fil 2, 5 ss.).

La mujer rompió el frasco de nardo y derramó el perfume sobe la cabeza de Jesús, que entró en la Pasión perfumado. Ante la crítica utilitarista de “por qué no venden las cosas y se las dan a los pobres”, que se escucha también mucho hoy en día, el Señor nos muestra que le gusta este trato preferencial, incluso con derroche. La referencia a los pobres no sólo es cariñosa sino exigente: “los tendrán siempre cerca y podrán socorrerlos cuando quieran”. En la caridad con los pobres, no se trata de vender todo y repartir sino de “tener siempre cerca”, de “socorrer siempre”, todo lo que uno quiera y pueda, con amor.

El reclamo del Señor es reclamo de pobre.

Además, el Señor hace notar su agrado no solo por las buenas acciones sino por lo lindo del gesto. “Tuvo conmigo un gesto hermoso” (kalón es bueno y bello). Nuestro pueblo fiel entendió siempre este gusto de Jesús por las cosas hermosas y rodea siempre sus imágenes de flores y de aromas. La belleza de la liturgia hace a la dignidad humana y, por lo que vemos, también a la dignidad divina. Y no hay belleza sin derroche. La belleza no es mezquina porque es para todos. El perfume “llenó toda la casa” como dirá Juan al narrar esta misma escena. Y Jesús profetizó que el aroma de esta acción hermosa perfumaría la memoria de todas las generaciones que leeríamos este evangelio.

Así, para entrar en la Pasión, para acompañar a Jesús doliente, tenemos que buscar, cada uno, nuestro frasco de perfume.

En el Apocalipsis se nos dice que los perfumes son las oraciones de los santos. Hay un pasaje hermosísimo en el que se narra cómo “Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo, como una media hora...” Y Juan agrega: “Vi entonces a los siete Ángeles que están en pie delante de Dios; les fueron entregadas siete trompetas. Otro Ángel vino y se puso junto al altar con un badil de oro. Se le dieron muchos perfumes para que, con las oraciones de todos los santos, los ofreciera sobre el altar de oro colocado delante del trono. Y por mano del Ángel subió delante de Dios la humareda de los perfumes con las oraciones de los santos” (Apoc 8, 1-4).

Nuestro perfume es, pues, nuestra oración.

Ahora bien, estas oraciones perfumadas de los santos son oraciones apasionadas. Para nada rutinarias ni aburridas. El mensaje de Jesús, con su alabanza del nardo puro y carísimo, es que a Él, en la Pasión, no lo podemos seguir si no es apasionadamente. El perfume, la belleza del perfume que embriaga los sentidos y no nos deja permanecer neutrales, es signo de apasionamiento.

Por eso de lo que se trata es de dejarnos cautivar por la belleza de la Pasión, del don de sí que el Señor realiza, entero, en cada gesto, que se corresponde con la ruptura del frasco de perfume que hace la mujer.

Hay que ingeniárselas para rezar “perfumando a Jesús con nuestra oración”. Esa es la gracia y, aunque no parezca, será lo que nos permita “padecer bien con él”. Porque uno padece sólo allí donde se apasiona. Donde no, simplemente sufre, le duele o le molesta. Padecer es otra cosa, es parte del amor. Y el amor siempre encuentra y crea belleza.

Jesús vivió así su Pascua: “He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes”. El Señor se las ingenió para que cada momento de su Pasión fuera “inolvidable”, se las ingenió para grabar en la memoria de los hombres su Don de sí para salvarnos. Puso belleza en cada paso de su Pasión. La esencia de la belleza consiste que un fondo rico se exprese de manera perfecta en una forma externa. Que esa forma lo contenga íntegra y armónicamente a la vez que lo deja esplender, rebosar. El Amor del Señor, expresado en la Pasión, tiene esta belleza plena. Es un amor que se nos dona entero sin perder su Señorío: esplende en cada pequeño gesto.

En los detalles que el Señor planeó cuidadosamente, se ve cómo hizo de su Pasión una obra de arte: arte de Amor misericordioso, Belleza que salva al mundo.

En el lavatorio de los pies, podemos decir que Jesús, como buen dramaturgo, encontró “la forma” de expresar el perdón de los pecados. Se trata, simplemente, de limpiar. La mugre es mucha y requirió que la lavara con su Sangre en la Pasión, de una vez para siempre. Pero el Señor quiso unir ese gesto grande, cruentísimo y único, al gesto cotidiano de cada perdón. Limpiar nuestros pies, simplemente. Ver a Jesús inclinado, lavando los pies de cada discípulo, es el detalle hermoso para poder “verlo” derramando Sangre y Agua de su Corazón traspasado en la Cruz.

En la Cena, dentro de la liturgia antigua y hermosa de la Pascua, el Señor toma el pan y el cáliz: eligió estos “personajes secundarios” y los engrandeció sobremanera, como hizo luego con cada uno de los pequeñitos que se encontró por el Via Crucis.

Y en la Cruz nos dona a su Madre. María es la testigo (reina de los mártires)

La que guardaba todas las cosas en su corazón y por eso es la que puede “narrar” el evangelio fielmente. Ella evangeliza bellamente y por eso todos la entendemos cuando nos habla de Jesús, cuando nos lo hace presente en su hermosa pequeñez.

Contemplamos entonces las escenas de la pasión saboreando la belleza que el Señor le puso a un donarse entero en cada gesto, para que así, comprendido su Don y absorbido íntegramente, nos contagie el deseo de “padecer” apasionadamente con él y dar la vida por nuestros amigos.

Contemplamos la belleza del Amor total: planeado-justificado-glorificado. Ese Amor que esplende bajo forma contraria en la Cruz.

Y que nuestra oración de estos días siga al Sirácida, cuya recomendación inspiró quizás el gesto de la mujer para con Jesús:

“Escúchenme, hijos piadosos,

y crezcan como una rosa que brota junto a las corrientes de agua.

Como incienso derramen buen olor,

Ábranse en flor como el lirio,

exhalen perfume, canten un cantar,

bendigan al Señor por todas sus obras.

Engrandezcan su nombre,

Y denle gracias por su alabanza,

con los cantares de sus labios y con cítaras,

digan así en acción de gracias:

¡Qué hermosas son todas las obras del Señor!

todas sus órdenes se ejecutan a su hora.

No hay por qué decir: ¿Qué es esto? Y esto ¿para qué?,

que todo se ha de buscar a su tiempo (Ecl 39, 13-16).


“A los pobres los tendrán siempre con ustedes, a mí no me tendrán siempre”.


sábado, 27 de marzo de 2021

Domingo de Ramos - CONJUGAR EN “MODO BORRICO"



Escrito por Santiago Agrelo

 Aquellas palabras de Jesús se nos han quedado escritas en el corazón: “Cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.”

Hoy, con Jesús, nos ponemos a recorrer el camino que lo lleva a “ser elevado”.

El de Jesús es un camino para pobres con esperanza, para soñadores de reinos de Dios, para hambrientos de justicia.

Sólo ellos saben suplicar aclamando: : “Hosanna”, “¡Salva, pues!”; sólo ellos se las arreglan para pedir mientras bendicen; sólo ellos conjugan con naturalidad la necesidad y la fiesta; y sólo ellos pueden alegrarse por la llegada del que esperan y bendecirlo: “Bendito el que viene en nombre del Señor”.

Desear, soñar, esperar, alegrarse, bendecir, son verbos que sólo los pobres pueden conjugar.

Pero también ellos habrán de aprender a hacerlo correctamente, pues es muy fácil confundir los tiempos y no digamos los modos.

Los de Jesús son “modos de borrico”.

Los de los discípulos suelen empezar por ser “modos de corcel”.

Es cierto que llega “el que viene en nombre del Señor”, como lo es que “llega el reino”, “el de nuestro padre David”, pero lo mismo el que viene que el que llega, vienen y llegan en “modo borrico”.

Cuando en la asamblea dominical se proclame la pasión del Señor, oiremos repetida con insistencia y referida a Jesús la palabra “rey”, veremos que se le trata como a un “rey” ¡de burlas!, y en el letrero de la acusación encontraremos escrito: “El rey de los judíos”.

La paradoja es que ese “rey de burlas” es “Rey de verdad”. ¡De burlas y de verdad!: Lo es en la cruz, lo es ante los soldados en el interior del palacio, lo es ante Pilato, lo es entrando en Jerusalén a lomos de un borrico. Lo es cuando le taladran pies y manos, cuando se reparten sus ropas, cuando echan a suerte su túnica.

¡Qué difícil aprender los modos de Jesús!: Modo humildad, modo amor, modo palabra de aliento, modo silencio para la escucha, modo pedernal para los ultrajes, “modo borrico” para su entronización, que es lo mismo que decir modo humanidad pobre, humanidad última, humanidad crucificada.

Es difícil la conjugación, pero se aprende.

Se enciende la fe, y a su luz –yo aprendí las conjugaciones a la luz de un ventanuco en el desván de la casa-, aprendemos los modos de nuestro Rey, y lo reconocemos allí donde siempre lo es, donde siempre está: a lomos de borrico, y de borrico prestado.

Éste puede ser nuestro Domingo de Ramos: Desear, soñar, esperar, ver a Jesús pobre, verlo en los pobres, verlo en los últimos, en los crucificados, y alfombrar su camino con nuestros mantos, alegrarnos con él, bendecirlo y ser bendecidos por él, mientras, cuidando de los pobres, en ellos cuidamos a nuestro Rey.

Y si ése es nuestro Domingo de Ramos, entonces, aunque no lo hayamos dicho nunca, podemos empezar a decirlo ya: “Hosanna”, “hosanna en el cielo”. “Salva, pues”, “salva, tú que estás en las alturas”.

Y a nuestra petición-aclamación le harán eco en la memoria de la fe las palabras de Jesús: “Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”.

No olvidemos que nuestro Rey se mueve siempre en “modo borrico”.

Feliz encuentro con él. Feliz comunión con él. Feliz domingo.

lunes, 15 de marzo de 2021

CUARESMA EN TRES PALABRAS: LA TERCERA = COMPARTIR

Escrito por Manuel Romero 

Nos habla de esa dimensión relacional propia de nuestro ser. Provoca salir de la palabra “mío” –tan infantil y egoísta- para pronunciar “nuestro”. La carta del papa nos invita a dar y acoger a Dios, de mío a nuestro, como en la Oración de Jesús.

Repartir o entregar nos lleva a:

Dar para no acumular o que se me pegue. Para que ese algo no me tenga a mí. Compartir es llegar a la convicción de que lo más auténticamente mío es lo que soy capaz de dar.

Redimensionar el destino universal de los bienes. Ahí la Limosna nos sirve de antídoto ante la tentación del apropiarnos de algo -aunque lo permitan las leyes-, impide ese deseo del Creador de que todo es de todos. Y tras lo que hemos vivido, debe desvincularse de la ideología política y recobrar el significado fraterno de los bienes. El preguntarnos si somos de los que comparten o no; de los que saben decir o no adiós.

Y saber pedir. El Maestro de Galilea puede darnos la humildad suficiente para pedir y saber pedir a los otros aquello de lo que carecemos y necesitamos. En esta pandemia –que ha vapuleado el primer mundo- hemos necesitado y nos hemos hecho más solidarios. Y el compartir se ha manifestados en ambos sentidos. En este mundo sobran los avaros que acumulan y los silenciosos que pretenden que los demás adivinen sus necesidades. Abrir el corazón es manifestar nuestra necesidad y propiciar el compartir.

Compartir es un lenguaje de amor que se entiende en todas las lenguas porque es la caridad. Y ahí recibimos siempre a Dios, en el hermano que se acerca  a nuestra iglesia cuaresmal. Y ahí acogemos la vida, en la esperanza de la Pascua.

martes, 9 de marzo de 2021

Seguir haciendo Obras Bellas



Escrito por Dolores Aleixandre . RSCJ 

La afirmación de Jesús ante el gesto de la mujer que unge su cabeza en vísperas de su pasión es rotunda: «¡Déjenla! Ha hecho una obra bella conmigo (“bello” y “bueno” equivalen en griego )

Para él, la acción de la mujer no era sólo un ejemplo de generosidad o de bondad sino de belleza y así se va a recordar «allí donde se anuncie la buena noticia» (Mc 14,3-9).

La belleza de su gesto está en su decisión de ofrecer, entregar, derramar…

Todo lo contrario al instinto de guardar, retener, reservar para sí. 

Jesús encuentra bella la acción excesiva, desbordante y carente de medida de la mujer, tan parecida a su manera de amar. 

Por eso le brinda el juramento solemne de que su gesto, nacido de la gratuidad del amor, va a convertirse en una profecía viva de la que todos podrán aprender.

…………….

INVITACION para AHONDAR, REZAR, CONTEMPLAR...

-Junto mis manos y las cierro haciéndome consciente de qué es aquello a lo que en este momento me aferro, lo que defiendo, lo que no estoy dispuesto a compartir.

-Imagino que Jesús dice de mí estas palabras: “Has hecho algo precioso por mí”. Y si eso me llega dentro hasta tocar mi alegría, voy abriendo lentamente mis manos experimentando la libertad de soltar y de entregar…

lunes, 8 de marzo de 2021

CUARESMA EN TRES PALABRAS: LA SEGUNDA: ADIOS


Escrito por Manuel Romero

La otra palabra que nos lleva a abrirnos es ADIÓS, aunque parezca paradójico.

Es el término que nos habla de despedida, distancia, separación y cambio. Sólo se pronuncia cuando somos capaces de afrontar los cambios que nos sobrevienen: adiós a tal pensamiento, a tal criterio, a tal persona, a tal logro o a tal cosa. Todas son despedidas que nos llevan a la soledad y se sostienen en la oración.

Ese adiós facilita el cambio. La vida no para y, como un arroyo, nos exige estar en movimiento. La humanidad se gestó como nómada y -con el tiempo- tornó sedentaria. Aún quedan vestigios de esos orígenes –la familia de un circo-, varía según las zonas –aborígenes- y se muestra en quien menos lo esperas –en un viajante-. Ellos, de una forma u otra, saben despedirse, reiniciarse y qué tipo de equipaje llevar.

El adiós convierte el presente en pasado: soplo las velas de mis dieciocho años, soy contratada por primera vez o cobro la pensión de jubilación. Esas despedidas facilitan seguir viviendo, aprendiendo y madurando. Para eso hay que Ayunar de “ayeres”, de quietudes y de repeticiones. Y ayunar exige evitar ciertos placeres que nos detienen en lo satisfactorio y renunciar a los resentimientos por una ofensa que debía ser vengada. Ayunar nos embarca en la libertad que maneja el Espíritu y nos lleva a rezar: para que quien me ha herido no sufra accidente, quien me ha insultado no sea abochornado y  quien me ha puesto en evidencia no sea sacrificado.

El Adiós nos saca de lo caduco y nos lleva a lo perenne. Hay pocas cosas en esta vida que se puedan perpetuar. Todo tiene fecha de caducidad y el inmovilismo se revela como una reacción infantil para no irnos a dormir cuando se nos dice. Sin adiós nos quedamos jugando con las dependencias y la finitud.

 Jesús fue al desierto a decir “adiós” a todo lo podía impedir su misión y arruinar el Reino. Dejar la seguridad de Nazaret le abrió a Samaría y a Judea.

lunes, 1 de marzo de 2021

Desear compartir su suerte


Escrito por Dolores Aleixandre, rscj

 

“¿Pueden beber la copa que voy a beber yo?” (Mt 20,20-23).

Beber de la misma copa expresa la participación en una misma suerte, la vinculación en un idéntico destino. Le habían preguntado si en aquel Reino del que hablaba iban a ejercer ellos algún puesto de importancia.“- ¡No saben lo que están  pidiendo! “¿Pueden beber la copa que voy a beber yo?-¡Podemos!, respondieron ellos.

Ninguno fue capaz de mantener aquella promesa y la copa del sufrimiento y de la muerte tuvo que beberla solo Jesús. Y ¡cómo lloraron por ello después, encerrados en el cenáculo durante aquel sábado interminable...!

Pero cuando se dejó ver y tocar por ellos en la mañana del primer día de la semana, supieron que el Señor Resucitado les ofrecía de nuevo y de manera definitiva, participar en su vida misma: seguía brindándoles su copa e invitándoles a entrar en comunión con él, a vivir junto a él una existencia entregada por todos.

…………….

INVITACION para AHONDAR, REZAR, CONTEMPLAR...

·    - Dejo resonar en el fondo del corazón la pregunta de Jesús y, aunque sea consciente de mi incapacidad, responderle con las palabras de Pedro: “Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo”

·   - Le ofrezco lo que está más a mi alcance: compartir preocupaciones y pesos con personas que tengo cerca, brindarles escucha y apoyo, hacer míos sus proyectos…


-Puedes terminar rezando con esta canción: Fruto nuevo de tu Cielo (Sopla) de Martin Duarte  – interpretada por Mauro Tesuri-

https://www.youtube.com/watch?v=bzSJL88cqIo



viernes, 26 de febrero de 2021

CUARESMA EN TRES PALABRAS: LA PRIMERA : SOLEDAD

 


Escrito por Manuel Romero

La Cuaresma –según anuncia el Papa Francisco en su mensaje- dice que “es un tiempo para creer, para recibir a Dios en nuestra vida y… permitirle su morada entre nosotros”.

Esta afirmación encierra una modificación de nuestra comprensión. Lo que predomina es la apertura de del corazón y del intelecto para que Dios llegue y le recibamos. Nuestra iniciativa –la acostumbrada a “salir a buscar”- se torna en recepción; como el conserje de un hotel. Se nos invita a esperar y acoger (dos actitudes) que llevan en sí mucha “paciencia” y “vaciamiento”: paciencia porque el Señor –como en algunas parábolas- realiza sus acciones a su tiempo y que suele ser a un ritmo bien distinto del nuestro. Vaciamiento de intenciones, de decisiones, de afectos. Hay que vaciar para poder «meter”; si no hacemos lugar para lo que viene de Dios seguiremos llenos de lo nuestro.

También nos hace reconocer que hay algo que impide que Dios haga morada en nosotros. El permiso se da y se ofrece. Y “dar permiso a Dios” para que entre no es habitual ni deseado… pensemos que si Dios entra, ve lo que hay en nosotros, si él entra, cuestionará lo que encuentra, si el accede, lo ordenará a su manera. Y no siempre estamos dispuestos. Decimos que sí pero demostramos lo contrario cuando algún hermano cuestiona y reordena nuestros criterios. Y ahí, nos encerramos. La propuesta del Papa es abrirnos este año, ahí donde habitualmente cerrábamos las puertas de nuestra intimidad.

Este planteamiento me sugiere tres palabras que, como hitos en un camino, nos impidan perdernos o encerrarnos en esta Cuaresma.

Una de ellas es SOLEDAD.

Es inherente a la experiencia humana, aunque no la busquemos no podremos evitarla. Hasta ahora hemos tenido muchas experiencias de soledad en el dolor, la muerte, la ruptura o la incomprensión. Hemos vivido situaciones extremas tintadas de soledad. Pero, ¿qué tipo de soledad? El confinamiento nos ha castigado con una ausencia de relaciones inhumana y nos ha protegido de un virus desconocido. Si hubiéramos podido elegir no sé si el modo habría sido ese. El caso es que la mejor soledad es la opcional, la asumida de la que habla la tradición eremítica, la que pasa por el encuentro con uno mismo. La aceptación de lo que uno es y ha vivido, la acogida del otro -tal y como es-, y del mismo Dios pasa por una soledad elegida que sabe dialogar y que opta por escuchar y aportar.

Aquí radica la Oración en secreto, con el Padre de los cielos, que se realiza en libre de huidas y ruidos y está madura para el encuentro. En el camino de la Cuaresma hemos de afrontar la soledad como posibilidad de acogido. ¡Si no estamos a gusto con nosotros, cómo lo va a estar Dios cuando entre!

 

viernes, 19 de febrero de 2021

Subir y Descender con Jesús

Escrito por Dolores Aleixandre, rscj

Estaban subiendo. Lo sabía él y lo sabían los discípulos que le acompañaban. El Maestro se había puesto en cabeza y caminaba con paso rápido; ellos iban detrás más lentamente, como si quisieran retrasar el momento de la llegada.

Jesús había intentado infinitas veces enseñar a sus discípulos a “bajar”, a sospechar de su deseos de ascenso y dominación y a elegir en cambio los lugares de abajo, allí donde se mueven y habitan los que carecen de poder y significatividad, los que parecen haber nacido para cargar con los pesos de otros. Él conocía de primera mano lo que era vivir “fuera”, entre aquellos que ni entonces ni ahora tienen sitio en las posadas del mundo.

Ahora, en el lugar más alto de Jerusalén, sabía que a él le esperaba un huerto en lo más hondo del torrente Cedrón, los sótanos de los palacios de Caifás y Pilato, un montecillo fuera de las murallas donde crucificaban a los malhechores, un sepulcro excavado en una cueva.

Subían, pero él era consciente de que había emprendido su último descenso.

 

INVITACION para AHONDAR , REZAR, CONTEMPLAR...

Tomo contacto con mis deseos secretos de subir, tener éxito, ser visto…, a mi necesidad de reconocimiento y admiración.

Contemplo a Jesús “el Descendente”, el despreocupado por su propia fama y su propio nombre. Dejo que esa manera suya de estar en la vida me atraiga y me libere…

-Puedes terminar rezando con esta canción: Tengan los sentimientos de Jesús - Misioneras Diocesanas-

Hacer clik: www.youtube.com/watch?v=m0fvwuxLH1o


jueves, 18 de febrero de 2021

Vivir una Cuaresma de Caridad : Mensaje del Papa FRANCISCO para la CUARESMA de 2021



MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO

PARA LA CUARESMA DE 2021

«MIRAD, ESTAMOS SUBIENDO A JERUSALÉN...» (Mt 20,18).

CUARESMA: UN TIEMPO PARA RENOVAR LA FE,

LA ESPERANZA Y LA CARIDAD.

 

Queridos hermanos y hermanas:

Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a asociarse a ella, para la salvación del mundo.

Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordemos a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2, 8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo.

El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6, 1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante.

1. La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas

En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida.

El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 93).

La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (cf. Jn 14, 23). Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1, 14): el Hijo de Dios Salvador.

2. La esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino

La samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Jn 4, 10). Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20, 19). Jesús nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par. Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón abierto.

En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta enc. Laudato si’, 32-33;43-44). Es esperanza en la reconciliación, a la que San Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Cor 5, 20). Al recibir el perdón, en el Sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. El perdón de Dios, también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad.

En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224).

En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura.

Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21, 1-6). Significa recibir la esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios resucita al tercer día, “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 Pe 3, 15).

3. La caridad, vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza

La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.

«A partir del “amor social” es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos» (FT, 183).

La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad. Así sucedió con la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, que dio el pan al profeta Elías (cf. 1 Re 17, 7-16); y con los panes que Jesús bendijo, partió y dio a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente (cf. Mc 6, 30-44). Así sucede con nuestra limosna, ya sea grande o pequeña, si la damos con gozo y sencillez.

Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43, 1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo.

«Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto, verdaderamente integrados en la sociedad» (FT, 187).

Queridos hermanos y hermanas: Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre.

 Que María, Madre del Salvador, fiel al pie de la cruz y en el corazón de la Iglesia, nos sostenga con su presencia solícita, y la bendición de Cristo resucitado nos acompañe en el camino hacia la luz pascual.

Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre de 2020, memoria de San Martín de Tours.

 

Francisco

miércoles, 17 de febrero de 2021

CARTA APOSTÓLICA “CON CORAZON de PADRE” del PAPA FRANCISCO - Padre en la sombra-


 
7. Padre en la sombra

El escritor polaco Jan Dobraczyński, en su libro La sombra del Padre, noveló la vida de san José. Con la imagen evocadora de la sombra define la figura de José, que para Jesús es la sombra del Padre celestial en la tierra: lo auxilia, lo protege, no se aparta jamás de su lado para seguir sus pasos. Pensemos en aquello que Moisés recuerda a Israel: «En el desierto, donde viste cómo el Señor, tu Dios, te cuidaba como un padre cuida a su hijo durante todo el camino» (Dt 1,31). Así José ejercitó la paternidad durante toda su vida.

Nadie nace padre, sino que se hace. Y no se hace sólo por traer un hijo al mundo, sino por hacerse cargo de él  responsablemente. Todas las veces que alguien asume la responsabilidad de la vida de otro, en cierto sentido ejercita la paternidad respecto a él.

En la sociedad de nuestro tiempo, los niños a menudo parecen no tener padre. También la Iglesia de hoy en día necesita padres. La amonestación dirigida por san Pablo a los Corintios es siempre oportuna: «Podrán tener diez mil instructores, pero padres no tienen muchos» (1 Co 4,15); y cada sacerdote u obispo debería poder decir como el Apóstol: «Fui yo quien los engendré para Cristo al anunciarles el Evangelio» (ibíd.). Y a los Gálatas les dice: «Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes» (4,19).

Ser padre significa introducir al niño en la experiencia de la vida, en la realidad. No para retenerlo, no para encarcelarlo, no para poseerlo, sino para hacerlo capaz de elegir, de ser libre, de salir. Quizás por esta razón la tradición también le ha puesto a José, junto al apelativo de padre, el de “castísimo”. No es una indicación meramente afectiva, sino la síntesis de una actitud que expresa lo contrario a poseer. La castidad está en ser libres del afán de poseer en todos los ámbitos de la vida. Sólo cuando un amor es casto es un verdadero amor. El amor que quiere poseer, al final, siempre se vuelve peligroso, aprisiona, sofoca, hace infeliz. Dios mismo amó al hombre con amor casto, dejándolo libre incluso para equivocarse y ponerse en contra suya. La lógica del amor es siempre una lógica de libertad, y José fue capaz de amar de una manera extraordinariamente libre. Nunca se puso en el centro. Supo cómo descentrarse, para poner a María y a Jesús en el centro de su vida.

La felicidad de José no está en la lógica del auto-sacrificio, sino en el don de sí mismo. Nunca se percibe en este hombre la frustración, sino sólo la confianza. Su silencio persistente no contempla quejas, sino gestos concretos de confianza. El mundo necesita padres, rechaza a los amos, es decir: rechaza a los que quieren usar la posesión del otro para llenar su propio vacío; rehúsa a los que confunden autoridad con autoritarismo, servicio con servilismo, confrontación con opresión, caridad con asistencialismo, fuerza con destrucción. Toda vocación verdadera nace del don de sí mismo, que es la maduración del simple sacrificio. También en el sacerdocio y la vida consagrada se requiere este tipo de madurez. Cuando una vocación, ya sea en la vida matrimonial, célibe o virginal, no alcanza la madurez de la entrega de sí misma deteniéndose sólo en la lógica del sacrificio, entonces en lugar de convertirse en signo de la belleza y la alegría del amor corre el riesgo de expresar infelicidad, tristeza y frustración.

La paternidad que rehúsa la tentación de vivir la vida de los hijos está siempre abierta a nuevos espacios. Cada niño lleva siempre consigo un misterio, algo inédito que sólo puede ser revelado con la ayuda de un padre que respete su libertad. Un padre que es consciente de que completa su acción educativa y de que vive plenamente su paternidad sólo cuando se ha hecho “inútil”, cuando ve que el hijo ha logrado ser autónomo y camina solo por los senderos de la vida, cuando se pone en la situación de José, que siempre supo que el Niño no era suyo, sino que simplemente había sido confiado a su cuidado. Después de todo, eso es lo que Jesús sugiere cuando dice: «No llamen “padre” a ninguno de ustedes en la tierra, pues uno solo es su Padre, el del cielo» (Mt 23,9).

Siempre que nos encontremos en la condición de ejercer la paternidad, debemos recordar que nunca es un ejercicio de posesión, sino un “signo” que nos evoca una paternidad superior. En cierto sentido, todos nos encontramos en la condición de José: sombra del único Padre celestial, que «hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos» (Mt 5,45); y sombra que sigue al Hijo.

* * *

«Levántate, toma contigo al niño y a su madre» (Mt 2,13), dijo Dios a san José.

El objetivo de esta Carta apostólica es que crezca el amor a este gran santo, para ser impulsados a implorar su intercesión e imitar sus virtudes, como también su resolución.

En efecto, la misión específica de los santos no es sólo la de conceder milagros y gracias, sino la de interceder por nosotros ante Dios, como hicieron Abrahán[Cf. Gn 18,23-32.] y Moisés[Cf. Ex 17,8-13; 32,30-35.], como hace Jesús, «único mediador» (1 Tm 2,5), que es nuestro «abogado» ante Dios Padre (1 Jn 2,1), «ya que vive eternamente para interceder por nosotros» (Hb 7,25; cf. Rm 8,34).

Los santos ayudan a todos los fieles «a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad». Su vida es una prueba concreta de que es posible vivir el Evangelio.

Jesús dijo: «Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29), y ellos a su vez son ejemplos de vida a imitar. San Pablo exhortó explícitamente: «Vivan como imitadores míos» (1 Co 4,16). San José lo dijo a través de su elocuente silencio.

Ante el ejemplo de tantos santos y santas, san Agustín se preguntó: «¿No podrás tú lo que éstos y éstas?». Y así llegó a la conversión definitiva exclamando: «¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva!»[San Agustin].

No queda más que implorar a san José la gracia de las gracias: nuestra conversión…

A él dirijamos nuestra oración:

Salve, custodio del Redentor

y esposo de la Virgen María.

A ti Dios confió a su Hijo,

en ti María depositó su confianza,

contigo Cristo se forjó como hombre.

Oh, bienaventurado José,

muéstrate padre también a nosotros

y guíanos en el camino de la vida.

Concédenos gracia, misericordia y valentía,

y defiéndenos de todo mal. Amén.

 Roma, en San Juan de Letrán, 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la

 Bienaventurada Virgen María, del año 2020, octavo de mi pontificado.

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Seguimos ahondando en la hermosa Carta: “Con Corazón de Padre”, del Papa Francisco…

Para esta semana la propuesta es leer el punto 7-“Padre en la sombra”

Propuesta para la reflexión y Oración:

1-         Contempla la imagen que acompaña este mensaje y estas palabras, de la Carta:

La felicidad de José no está en la lógica del auto-sacrificio, sino en el don de sí mismo. Nunca se percibe en este hombre la frustración, sino sólo la confianza. Su silencio persistente no contempla quejas, sino gestos concretos de confianza. El mundo necesita padres, rechaza a los amos, es decir: rechaza a los que quieren usar la posesión del otro para llenar su propio vacío; rehúsa a los que confunden autoridad con autoritarismo, servicio con servilismo, confrontación con opresión, caridad con asistencialismo, fuerza con destrucción. Toda vocación verdadera nace del don de sí mismo, que es la maduración del simple sacrificio. 

2-      Para la oración y reflexión de esta semana, vamos a confiar como dice el Papa Francisco, al final de la Carta:

       “No queda más que implorar a san José la gracia de las gracias: nuestra conversión…”

Hoy comenzamos un nuevo Tiempo de Cuaresma, tiempo para seguir creciendo en nuestra vida de Fe, Esperanza y Caridad, que si o si piden de nosotros la conversión del corazón…

3-          Por esto vamos a preguntarnos:

a-      Que significa para mi vida la conversión?

b-      Hacia donde puede ir mi camino cuaresmal de conversión?

c-   Hacer Memoria las “conversiones” que he tenido a lo largo de mi vida, fruto de los procesos personales que he atravesado…

d- Agradecer...

4-        Para seguir este caminito cuaresmal, podemos rezar diariamente o como creamos mas fecundo, esta oración a San Jose para que alcancemos la Gracia de las Gracias: Nuestra conversión…

 Oración a San José:

 Enséñanos, José,

cómo se es “no protagonista”,

cómo se avanza sin pisotear,

cómo se colabora sin imponerse,

cómo se ama sin reclamar

cómo se obedece sin rechistar

cómo ser eslabón entre el presente y el futuro

cómo luchar frente a tanta desesperanza…

 

Dinos, José,

cómo se vive siendo “número dos”,

cómo se hacen cosas fenomenales

desde un segundo puesto.

Cómo se sirve sin mirar a quién… 

Explícanos 

cómo se es grande sin exhibirse,

cómo se lucha sin aplauso,

cómo se avanza sin publicidad,

cómo se persevera y se muere uno

sin esperanza de un póstumo homenaje

cómo se alcanza la gloria desde el silencio

cómo se es fiel en lo poco, confiando en la certeza

de sabernos en la Manos del Padre….

Dínoslo,  José. Amen